viernes, 26 de noviembre de 2010

Una tarta de chocolate para niños…y no tan niños jejeje




Esta tarta de chocolate la he puesto en muchos de mis cumpleaños (algunos os acordaréis de ella) y siempre ha sido muy celebrada, a pesar de lo simple que resulta. Y muchos habéis pedido insistentemente la receta, así que, aquí la tenéis…


1. Receta.

- 5 galletas María (de las de desayuno de toda la vida) por cada ración de tarta.

- 1 tableta de chocolate negro para postre.

- 2 huevos.

- una cucharada sopera de mantequilla.

- 2 cucharadas soperas de azúcar.

- 1 l. de leche (dependiendo del tamaño de la tarta, necesitaréis más o menos).

- una bolsa pequeña de plástico (ya veréis luego para qué vamos a usarla).

¿Y cómo se hace?

Ya veréis qué fácil.

Primero se hace el chocolate con parte de la leche. El chocolate siempre hay que hacerlo a fuego lento, porque tiene tendencia a quemarse en cuanto uno se descuida. Se puede hacer también al baño maría (poniendo el chocolate en un cazo que se mete en otro cazo en el que hemos puesto agua al fuego, de tal manera que el cazo con el chocolate queda “flotando” en el cazo grande que está en contacto con el fuego). Lo más importante es que el chocolate quede espeso, porque luego lo vamos a usar como relleno de la tarta.

Cuando ya está derretido, sin dejar de remover, se le añaden las dos yemas de huevo un poco movidas con un tenedor (no hace falta que estén batidas), la cucharada de mantequilla y las cucharadas de azúcar. Reservamos las claras de huevo en un vaso para después.

Se remueve todo bien hasta que la masa de chocolate quede de nuevo homogénea y sin grumos. Retiramos el chocolate del fuego y lo dejamos enfriar un poco.

Ponemos leche en un cuenco o plato. Cogemos las galletas que queramos poner en cada ración para hacer las alturas. Debéis poner cuatro o más, porque menos de cuatro quedan las raciones muy bajitas. Tampoco os paséis, porque no es cuestión de empacharse.

Preparamos una bandeja donde vamos a colocar la tarta. La bandeja debe tener bordes, porque si no el chocolate de la cobertura se puede salir. Yo os aconsejo medir primero poniendo la primera galleta de cada ración para ver si os caben todas. Tened en cuenta que luego van a estar un poco más hinchadas, así que no dejéis el sitio muy justo.

Cada galleta se moja en la leche y se pone en la bandeja. Yo suelo darles 4 vueltas. Se trata de que queden un poco más blandas, pero sin que sea demasiado, porque siguen chupando leche sobrante cuando las ponemos en la bandeja.

Encima de cada galleta ponemos un montoncito de chocolate. Repetimos la operación tantas veces como capas vaya a tener nuestra tarta. En la última vez, ponemos sólo la galleta mojada, sin montoncito de chocolate.

Cogemos el chocolate sobrante y el sobrante de la leche de mojar las galletas (colarla primero para que no queden trocitos de galleta) y lo volvemos a poner al fuego, añadiendo más leche y más chocolate si es necesario. Esta vez se trata de que quede el chocolate normal, ni muy espeso ni muy claro.

Una vez hecho este chocolate más claro, se echa por encima de las raciones de galleta, intentando que cubra completamente cada una de ellas.

Se mete a la nevera por lo menos una hora. Se saca quince minutos antes de servirla. Se baten las claras que hemos reservado a punto de nieve. Se meten en la bolsa de plástico, a la que se le corta un pico, de tal manera que la podamos usar como manga pastelera casera. Decoramos así la tarta. Esta decoración no es necesaria (yo casi nunca la pongo), pero es una buena manera de aprovechar las claras en vez de tirarlas, si no tenéis ningún otro plato en el que usarlas.

Y a comer, rico rico…

2. Conservación.

Si os sobra un poco (que no suele pasar), podéis guardarlo unos días (máximo cinco) en la nevera.




viernes, 12 de noviembre de 2010

Macedonia de menta, oiga, sana y fresca

Hoy vamos a hacer un plato muy fácil, que hace que los niños coman fruta sin problemas y en cuya elaboración pueden participar: macedonia de frutas a la menta.


1. Receta.

Notas previas:

1. Tened en cuenta que, aunque es un postre muy fácil de hacer, se tarda bastante tiempo en pelar y cortar todas las frutas, así que no es algo que se pueda hacer de manera improvisada en cinco minutos, como nuestro paté de aceitunas.

2. No siempre se ponen en esta receta las mismas frutas, depende de la temporada. Aunque algunas frutas las tenemos a mano todo el año, como la manzana, otras, como las sandías, no siempre son tan fáciles de encontrar. Innovad y probad con distintas combinaciones, desde la más sencilla con manzana, plátano y naranja, hasta las más exóticas con mango, rambutanes y fruta del dragón.


Para que os salga como para 5 personas, los ingredientes serían:

- 1 racimo de uvas.

- Media sandía.

- 1 plátano.

- 2 kiwis.

- 8 fresones.

- 2 melocotones.

- 2 manzanas.

- 2 naranjas.

- 100 g. de azúcar.

- 3 ramas de menta fresca.

- Zumo de medio limón.


¿Y cómo se hace?


Ponemos en un cazo las tres ramas de menta fresca enteras, junto con el zumo de limón colado y el azúcar. Lo calentamos a fuego lento durante 10 minutos aproximadamente, hasta que se haya convertido en un almíbar. Lo dejamos enfriar con las ramas de menta todavía dentro del cazo.

Pelamos y cortamos todas las frutas en trozos pequeños y las colocamos en una ensaladera. Quitamos las pepitas cuando sea necesario (por ejemplo, en el caso de las uvas). Si tenéis una cucharilla especial para hacer bolitas (vaciador de melón), se puede hacer eso con algunas frutas, como la sandía o el melón.

Sacamos las ramas de menta del almíbar y lo vertemos por encima. Si veis que se ha quedado muy espeso, podéis templarlo un poco en el fuego antes de echarlo por encima de la macedonia, pero sacando antes las ramas de menta (si las dejáis dentro, se queman y el almíbar acaba sabiendo a hierba requemada). No os preocupéis porque parezca poco almíbar para mucha fruta, porque en el tiempo de reposo se va a mezclar con el jugo que suelte la propia fruta y habrá suficiente a la hora de servirlo.

Dejamos reposar la mezcla en el frigorífico hasta 15 minutos antes de tomarla, momento en el que la sacaremos para que no esté tan fría. Dejadla reposar en el frigorífico al menos una hora, si no habrá muy poco líquido.

Para la presentación, se puede hacer directamente de la ensaladera o repartirla en cuencos más pequeños. Incluso se puede colocar en vasos o copas. Yo le pongo a cada cuenco o copa unas hojas de menta para adornar.

Sugerencia de cambio en la receta: hay gente que le echa también canela a la hora de hacer el almíbar, pero a mí me parece que queda demasiado dulzón, mientras que sólo con la menta el sabor es muy fresco. Pero, si queréis probar, necesitáis una rama de canela que pondréis en el fuego junto con las ramas de menta y el zumo de limón y azúcar.


2. Historia.

Este plato es conocido en muchos países como ensalada de frutas. Se la llama macedonia desde el siglo XVIII en referencia y homenaje al imperio macedonio, donde también existía una mezcla de gente de distintos pueblos, culturas y lenguas.

3. Variantes.

En Argentina y Chile la macedonia es una ensalada de fruta acompañada de helado.

En Francia la macedonia de vegetales o macédoine de légumes es un plato caliente que consiste en vegetales servidos con mantequilla o un plato frío de vegetales cortados en forma de dados muy parecido a la ensaladilla rusa. En su versión fría, a veces se sirve con mahonesa con una pizca de aspic.


4. Conservación.

La fruta se oxida muy rápidamente, aunque se conserve en el frigorífico, por lo que no es conveniente guardar las sobras de este plato más allá de la cena de ese mismo día o la siguiente comida y siempre bien tapado dentro de la nevera. No se puede congelar.

viernes, 5 de noviembre de 2010

¿Cuántas albóndigas puedes comerte? ¡¡Seguro que muchas!!




Hoy vamos a hacer un plato fácil, fácil y rico, rico: albóndigas.

Para el acompañamiento, dos salsas posibles: con tomate y albahaca y con nata y champiñones.


1. Receta.

Notas previas:

1. La masa para las albóndigas debe prepararse un día antes de hacerlas, tenedlo en cuenta. Precisamente por eso, yo las hago en fin de semana y aprovecho para hacer ese mismo fin de semana las tradicionales croquetas, dado que son otro plato cuya masa hay que preparar el día antes.

2. Teniendo en cuenta que ambas recetas son un poco pesadas de preparar y que se congelan estupendamente, yo aprovecho y hago una buena cantidad para tener para varias veces.


Para que os salgan unas 40-50 albóndigas, los ingredientes serían:

- 1 kg. de carne picada (Truco de Cris: para que la carne picada esté más tierna, podéis pedir en la carnicería que os la pasen dos veces por la máquina. Yo suelo pedir además que le quiten la grasa antes de pasarla por la máquina. A veces te cobran un poco más por eso, pero merece la pena).

- 2 huevos.

- 2 dientes de ajo.

- Harina.

- Aceite de oliva abundante.


Para la salsa de tomate y albahaca, los ingredientes serían, obviamente, tomate y albahaca al gusto. Yo le añado también cebolla muy picadita.

Para la salsa de nata y champiñones, por cada 20 albóndigas, los ingredientes serían:

- 1 brick pequeño de nata. Yo suelo usarla desnatada, para que engorde menos.

- 200 g. de champiñones.

- 1 cebolla de tamaño medio.

- aceite de oliva.


¿Y cómo se hace?


Primero vamos a hacer las albóndigas.

Se pica muy finito el ajo y se mezcla con la carne picada. Luego se echan los huevos crudos y se mezcla todo muy bien con ayuda de las manos o de un tenedor.

Se mete en la nevera y se deja reposar hasta el día siguiente (Cris: Es cierto que se pueden hacer las albóndigas nada más mezclar la masa, pero eso tiene dos problemas fundamentales. El primero es que el huevo no se ha mezclado bien con la carne y se puede hacer cuando estéis friendo las albóndigas. El segundo es que la masa de carne no tiene tiempo de coger el sabor del ajo y la textura suave que le da el huevo,m así que luego no saben igual).

Al día siguiente sacamos la masa de carne del frigorífico y vamos haciendo bolitas más o menos pequeñas (Truco de Cris: para que me queden todas las bolitas más o menos del mismo tamaño, yo utilizo una de esas cucharas redondas que se usan normalmente para hacer té cuando lo tienes en hojas, una como ésta. Así quedan todas las albóndigas más o menos iguales y con la misma cantidad de carne).

Una vez que tenemos hechas las bolitas, las rebozamos en harina.

En una sartén u olla grande, ponemos bastante aceite a fuego medio y freímos las albóndigas, moviéndolas frecuente para evitar que se quemen por alguno de los lados.

Si las vais a congelar, hay dos momentos para hacerlo. Uno de ellos es éste: cuando las albóndigas están doraditas y hechas al menos por fuera, aunque no lleven mucho tiempo en el fuego. Se sacan, se dejan enfriar y se congelan en paquetes de las que vayáis a comer cada vez. Otro momento para congelarlas es una vez que ya se han acabado de hacer y se les ha añadido la salsa elegida. OJO: esto sólo se puede hacer con la salsa de tomate. La salsa de nata no se puede congelar. Igual que en el caso anterior, se retiran del fuego, se dejan enfriar y se congelan en paquetes de las raciones que vayáis a comer.

Una vez que están las albóndigas doraditas y hechas por fuera, se añade la salsa que hayamos preparado y se fríe todo junto durante unos cinco minutos más, ya a fuego lento, para que se vayan impregnando del sabor de la salsa.

Para hacer la salsa de tomate y albahaca, se pica muy finita la cebolla y se dora en una sartén o cazuela. Una vez dorada la cebolla, se añade el tomate frito y la albahaca al gusto.

Para hacer la salsa de nata y champiñones, primero limpiamos muy bien los champiñones para quitarles toda la tierra. Una vez limpios, se les quita el tronco y se pica en trozos de tamaño medio el capuchón (Cris: no hagáis los trozos muy pequeños, recordad que el champiñón, al igual que la seta, encoge al freirlo, porque suelta todo el agua). Los troncos no los usaremos en esta receta, porque se quedan mucho más duros que el resto del champiñón y saben menos (Truco de Cris: aunque no los vayamos a usar en esta receta, podemos aprovecharlos para otros platos. Una opción es utilizarlos para hacer patatas guisadas con champiñones y huevo escalfado, ya que al tener mucho tiempo de cocción, los troncos de champiñón quedan muy blanditos y le dan un sabor muy rico a las patatas guisadas).

Se pica la cebolla muy finita. Se pone un poco de aceite en una cazuela y se dora la cebolla (Cris: es mejor usar cazuela que sartén, ya que si no al remover se os va a salir la nata). Una vez dorada la cebolla, se añaden los champiñones bien picados y se fríen a fuego medio hasta que estén tiernos. En ese momento se añade la nata y se va removiendo hasta que quede la salsa con un color dorado y la nata haya espesado un poco (Cris: no la dejéis espesar demasiado, porque si no se convierte en un engrudo incomestible, vale con que se espese un poco).

Una vez bien mezcladas las albóndigas con la salsa elegida y sofritas un rato juntas, sólo hay que coger un buen trozo de pan y llevarlas a la mesa para poder disfrutar de ellas.


2. Historia.

La palabra albóndiga es término procedente del árabe al-bunduqa, que significaba “la bola”. Fueron también los árabes los que introdujeron en España este plato.

El historiador granadino Luis del Mármol documenta el término en su Descripción general de África (1573): "Venden fideos, almojábanas y albóndigas hechas de carne picada con especias y fritas en aceite".


3. Variantes.

En Brasil, las albóndigas se llaman almôndegas y se sirven generalmente con espagueti, al igual que en Estados Unidos. Son por regla general de muy gran tamaño.

En Chile son bolas de carne picada con pan rallado, huevo y perejil que se cuecen en un caldo de carne al que luego se le agrega arroz y se sirve caliente. También se sirve en una sopa llamada Cazuela de Albóndigas.

En México se preparan alternativamente con carne picada de vaca o cerdo, con relleno de huevo cocido y generalmente se cocinan con caldo de jitomate y varios tipos de pimientos picantes (chiles) y se acompañan de arroz cocido y frijoles. Se come con tortillas de masa de maíz nixtamalizado (curado con cal).

En Bolivia se comen con salsa de aji, fideos o arroz y dos patatas cocidas.

En Republica Dominicana se preparan con pan rallado, especias y vegetales.

En China las albóndigas se hacen de cerdo y generalmente se cuecen al vapor, se hierven, se comen crudas o con adición de salsa de soja. Pueden tener un tamaño que va desde 5 centímetros de diámetro hasta 10 centímetros. Las albóndigas cocidas al vapor planas se denominan cabeza del león. Las variedades más pequeñas se utilizan en sopas.

En Filipinas, las albóndigas frecuentemente se sirven en una sopa con bijon (una especie de noodles o fideos), ajo tostado, calabaza y chicharrones. Las albóndigas se llaman mga bola-bola en los idiomas locales.

En Indonesia, a las albóndigas se llama bakso y se sirven generalmente en un tazón junto con una sopa, con los tallarines, con queso de soja, huevos, siomay o carne frita.

En Japón se emplean como un filete de hamburguesa cuyos ingredientes son muy similares al hanbāgu.

En Albania existen albóndigas fritas (Qofte të fërguara) que incluyen queso feta.

En Alemania se llaman Hackbällchen. También son típicos los Frikadelle, cuyo nombre proviene de frittella en italiano, que significa frito. Consiste en carne picada de ternera o cerdo que se fríe en forma de bolas aplastadas.

En Rusia, la albóndiga vino de la cocina alemana, cambiándole el nombre solamente en su terminación, frikadelki para hacerlo sonar más nativo.

Las albóndigas de Finlandia (lihapullat) se hacen con una mezcla de la carne picada de cerdo con las migajas de pan empapadas en leche y cebollas cortadas en trozos pequeños. Se sazonan con pimienta blanca y sal. Las albóndigas se sirven tradicionalmente con salsa, patatas hervidas, mermelada de arándanos rojos y, a veces, pepinillos en vinagre.

En Grecia, las albóndigas fritas se llaman keftedes e incluyen generalmente en su interior una mezcla de cebollas y de hojas de menta. Las albóndigas guisadas se llaman yuvarlakia.

En Bulgaria, las albóndigas se llaman kyufte y se hacen generalmente con una mezcla de carne de vaca y de cerdo con migajas de pan y cebollas rebanadas. Existen muchas otras variantes que incluyen diversas clases de carne y otros ingredientes.

En Italia, las albóndigas se conocen como polpette y se comen generalmente como segundo plato o en una sopa.

En Noruega, las albóndigas se llaman kjøttkaker (literalmente, carne apelmazada) y se asemejan al frikadeller danés. Este plato se sirve tradicionalmente con patata hervida, salsa, mermelada de arándanos rojos o sopa de guisantes. A veces se añade una cebolla frita caramelizada de acompañamiento.

Los chiftele y los pârjoale de Rumania se fríen y se hacen generalmente con cerdo o con carne de aves de corral, pan humedecido y ajo. El chiftele es más pequeño y con más carne. Una variante cruda, con la albóndiga aplastada, se utiliza para la elaboración de la sopa amarga, llamada ciorbă de perişoare.

En Suecia existen las köttbullar (literalmente, bollos de carne). Se elaboran con carne picada o una mezcla de la carne picada mezclada con las migajas de pan empapadas en leche y cebollas cortadas en trozos pequeños. Se sazonan con pimienta blanca o pimienta inglesa y sal. Las albóndigas suecas se sirven tradicionalmente bañadas con salsa espesa de carne, patatas hervidas, dulce de arándanos rojos y, ocasionalmente, pepinillos en vinagre.

En Países Bajos, las albóndigas se denominan gehaktbal y se sirve a menudo con patatas y otros ingredientes hervidos.

En Turquía hay más de 80 tipos diferentes de albóndigas (köfte), tienen muchas variantes regionales.

En el Reino Unido, se llaman meatball. Las faggots son un tipo de albóndiga hecha de trocitos de hígado y corazón de cerdo, embutidos en una membrana de tripa.


4. Curiosidades.

Las albóndigas suecas se sirven en las cafeterías de IKEA alrededor del mundo, como plato típico sueco, aunque en realidad se trata de un plato de origen árabe, como hemos dicho antes.


5. Conservación.

Si os sobra un poco, podéis guardarlas máximo dos días en la nevera y calentarlas en el microondas o en un cazo antes de tomarlas.

Es un plato que se puede congelar muy fácilmente, ya sea acabado o simplemente fritas las albóndigas y sin añadirles ninguna salsa, por lo que es ideal para hacer una buena tanda y tener siempre congeladas y dispuestas para un día que no os apetece cocinar o que os viene gente de repente a casa sin avisar.