miércoles, 28 de abril de 2010

Marchando un pinchito de tortilla...



La tortilla de patatas, tortilla española o tortilla de papas, es un plato a base de huevos y patatas. El nombre viene por su forma de torta o tortilla.

Se trata de uno de los platos españoles por excelencia y se puede encontrar, hecha con mayor o menor acierto, en casi cualquier bar o restaurante.


1. Receta.

Nota previa: El tamaño de la tortilla dependerá del tamaño de la sartén que usemos (diámetro) y de la cantidad de huevos que echemos (altura). No conviene usar una sartén demasiado grande o demasiado cargada de ingredientes. Tened en cuenta que a la tortilla española se le da la vuelta a pulso, por lo que si pesa demasiado no podréis hacerlo solos. Y no sé si habréis probado a dar la vuelta a una tortilla entre dos, pero dejadme deciros que…es un desastre (toda la cocina llena de huevo por el suelo, los dos volteadores cubiertos de patata y cebolla…).

Es IMPRESCINDIBLE que la sartén sea antiadherente, bajo pena de acabar con la tortilla pegada a la sartén mientras todos los ingredientes del relleno se caen en el plato con el que se le ha intentado dar la vuelta.

A veces se emplea un plato especial para darle la vuelta (vuelve tortillas) con el objeto de que se haga por ambas partes por igual, aunque se puede hacer igualmente con un plato llano algo mayor que el diámetro de la sartén.

Para una sartén de 20-25 cm. de diámetro, los ingredientes serían:

- 3-4 huevos.

- 3 patatas medianas.

- 1 cebolla pequeña.

- 1 cucharada de aceite de oliva.

- una pizca de sal.


¿Y cómo se hace?


Se pelan las patatas y se cortan en ruedas muy finas. Cuando más finas, mejor resultará después la tortilla. Después de cortarlas conviene lavarlas para retirar el almidón y la suciedad que se haya podido quedar adherida durante el proceso de pelado y corte.

La cebolla se pela y se corta en trocitos muy pequeños y finos (truco de Cris: para que no lloren los ojos al cortar cebollas, hay que sumergir y frotar la cebolla cortada por la mitad en agua caliente o lavar la cebolla con agua caliente y mojar frecuentemente el cuchillo mientras se parte la cebolla o utilizar gafas de buceo o de piscina).

En una sartén con bastante aceite se ponen a freír las patatas a fuego medio-vivo. Una vez las patatas ya están doraditas y han empezado a ablandarse, se añade la cebolla y se baja el fuego. La patata tarda mucho en hacerse, por lo que no hay que meter la cebolla demasiado pronto. Si se añade antes de tiempo, se corre el riesgo de acabar quemando la cebolla esperando a que se hagan las patatas o acabar con las patatas casi crudas para evitar que se queme la cebolla.

La mezcla estará hecha cuando se puedan partir las patatas y la cebolla sin problemas con la cuchara de madera sin ningún esfuerzo.

Una vez acabada esta fritura de patatas y cebolla, se debe mezclar con los huevos batidos (la pizca de sal se echa en los huevos al batirlos). Siempre se debe escurrir bien de aceite las patatas y la cebolla antes de mezclarlas con el huevo. Y no debe mezclarse recién sacadas de la sartén, porque con el calor el huevo comenzará a cuajarse. Con tres minutos que reposen será suficiente.

Se debe dejar esta mezcla en remojo con el huevo batido un tiempo (5 o 10 minutos), para que se empape y la tortilla adquiera luego una consistencia adecuada.

Aunque nunca os hayáis fijado, los huevos son de distintos tamaños. Lo mismo le pasa a las patatas. Por eso, podéis encontraros con que, siguiendo cualquier receta de tortilla, una vez mezcladas las patatas con el huevo batido, hay demasiadas patatas o demasiado huevo. Si hay mucho huevo no hay ningún problema, simplemente vuestra tortilla quedará menos cargada. Si hay demasiado relleno sí puede ser un problema, porque puede hacer que la tortilla no cuaje bien por falta de huevo. Afortunadamente es un problema que tiene fácil solución: simplemente hay que batir uno o dos huevos más y añadirlos a la mezcla.

Se pone un poco de aceite en la sartén. Si os pasáis de aceite, una vez echéis la mezcla de huevo se verá aceite en los bordes de la sartén. Para retirarlo, lo mejor es utilizar papel de cocina, metiendo la punta para que vaya absorbiendo el exceso de aceite. Si ponéis demasiado poco aceite, la tortilla se pegará un poco a la sartén y será difícil darle la vuelta. Poco a poco iréis cogiendo el punto al aceite, no hay que preocuparse porque la primera tortilla no sea perfecta, ¡ánimo!

La tortilla se hace a fuego muy lento. Si la hacéis a fuego medio o vivo, se hará demasiado o incluso se quemará por fuera, sin que se llegue a hacer por dentro. Y vale que a mí me guste poco cuajada, pero tampoco hay que pasarse…

Para dar la vuelta a la tortilla, se retira la sartén del fuego, se coloca el vuelve tortillas o el plato encima de la sartén y con cuidado se le da la vuelta. Una vez tenemos la tortilla en el plato, hay que dejarla resbalar de nuevo a la sartén, rápidamente pero con cuidado (he encontrado este video que os puede ayudar a ver cómo se hace, gracias desde aquí a la pareja protagonista). No se debe tener mucho en el plato la primera vez, porque al no estar hecha de un lado, el huevo y la patata empiezan a escurrirse por los lados. Si veis que una vez de vuelta en la sartén se han quedado los bordes de la tortilla levantados, podéis redondearlos con ayuda de una espumadera o de la cuchara de madera.

Se continúa dando vueltas de la misma manera hasta que la tortilla esté hecha por fuera y por dentro (se puede pinchar con un cuchillo para verlo) a vuestro gusto. Si os gusta muy cuajada, el cuchillo debe salir limpio para que esté hecha.

Acompañamientos muy buenos para la tortilla de patata son los pimientos verdes asados o los pimientos de Padrón fritos con sal gorda. También combina bien con una mezcla de bacon y cebolla fritos. Si os apetece algo más fresco, acompañadla de dados de tomate con un poco de sal y pimienta.


2. Historia.


En las crónicas de Indias se tiene documentado que en el año 1.519 ya se conocía la tortilla de huevo en Europa y en América (al menos por los aztecas, quienes la preparaban y vendían en los mercados de Tenochtitlan).

Por su parte, la papa o patata fue conocida por los españoles de mano de los incas, que llamaban a la planta “papa” en quechua. La similitud de la papa con la batata favoreció que en el siglo XVII en España se acabase llamando patata.

El primer documento conocido en el que aparece una referencia concreta a la tortilla de patatas tal y como la conocemos hoy día es navarro. Se trata de un anónimo "Memorial de Ratonera", dirigido a las Cortes de Navarra en 1.817. En él se explicaban las míseras condiciones en las que vivían los agricultores comparándolos con los habitantes de Pamplona y de la Ribera navarra. Después de una larga enumeración de los míseros alimentos tomados por los montañeses aparece la siguiente cita: "(...) dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis, porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos mezclando patatas, atapurres de pan u otra cosa (...)".

En Navarra existe una leyenda que dice que fue el general Tomás de Zumalacárregui quien, durante el sitio de Bilbao, inventó la tortilla de patatas como plato sencillo, rápido y nutritivo con el que saciar las penurias del ejército carlista. Aunque se desconoce si esto es cierto, parece ser que la tortilla comenzó a difundirse durante las primeras guerras carlistas. Otra versión de la leyenda afirma que lo inventó una anónima ama de casa navarra, en cuya casa paró el mencionado general Zumalacárregui. La señora, que era pobre y lo único que tenía eran huevos, cebolla y patatas, acabó haciendo un revuelto con todo ello. Este plato gustó mucho al general, que luego lo popularizaría.

Recientemente el libro “La patata en España. Historia y agroecología del tubérculo andino” escrito por Javier López Linaje, científico titular del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, sitúa el origen de la tortilla española en la localidad extremeña de Villanueva de la Serena. El citado libro contiene datos concretos que hablan de la tortilla de patatas en esta localidad unos veinte años antes de las primeras menciones en la leyenda tradicional navarra.

La última teoría de su descubrimiento se debe al cocinero aragonés Teodoro Bardají Mas que el 17 de marzo de 1.935 en el semanario Ellas dio a conocer una receta original de la tortilla de patata, con la variante de que no fríe con antelación las patatas y la cebolla.


3. Variantes.


Dependiendo de las regiones y del gusto del cocinero, la tortilla española puede hacerse de múltiples maneras. En algunas regiones se hace con cebolla, como en nuestra receta, mientras que en otras se prescinde de este ingrediente. Algunos cocineros prefieren cocer las patatas en vez de freírlas como en nuestra receta. Hay quien prefiere utilizar aceite de girasol en vez de aceite de oliva (Cris: lo que a mí personalmente me parece un sacrilegio). Hay lugares en los que se le echa perejil. Y hay quien le gusta echarle pimienta (Cris: esto lo he visto yo hacer a un inglés con mis propios ojos). Hay incluso quien la hace en el microondas...

Se le pueden añadir ingredientes a la receta base, como pimientos, chorizo, champiñones, etc. Incluso puede cambiar la forma en que se cortan las patatas: trozos desiguales, láminas, daditos...

La lucha más encarnizada entre los españoles está entre los que les gusta la tortilla muy cuajada y los que les gusta poco cuajada. Yo personalmente la prefiero poco cuajada. Cuando partes la tortilla y el huevito y la patata asoman en un abrazo amarillo y jugoso…mmm creo que no hay nada comparable a eso.

Se puede comer en plato, en bocadillo (¿quién no se ha llevado uno a una excursión alguna vez?) o como tapa o pincho. Hay quien la prefiere muy caliente y a quien le chifla fría. Y hay quien se come las patatas directamente de la sartén quemándose la lengua (conozco a más de uno) mientras el cocinero intenta echarlas en el huevo para preparar la tortilla.

En algunos bares de Madrid se sirve una variante llamada tortillas bravas que tienen una salsa picante similar a la empleada en las patatas bravas y suelen ser de un tamaño reducido. También se suelen acompañar con mahonesa (por favor, ¡que nadie le eche ketchup a la tortilla!).

Una variante peculiar es la tortilla paisana que además de las patatas y el huevo lleva chorizo, pimiento rojo y guisantes. Otra variedad sería la tortilla rellena, la cual puede ser una tortilla muy gruesa abierta por la mitad o ser dos finas puestas una encima de otra, colocando entre ambas partes, a modo de sándwich, un relleno (vegetal, ensaladilla, jamón, queso...).

En fin, que, como veis, es un plato que puede llegar a tener tantas variantes como personas lo cocinen.


4. Curiosidades.


A la tortilla española, en Inglaterra, le suelen añadir queso o virutas de jamón york.

En Estados Unidos, existe la denominación Spanish omelette, pero en realidad se trata de una tortilla francesa servida con salsa de tomate picante, cebollas y pimientos verdes.

En España, durante la dictadura, se hacían tortillas españolas sin huevos ni patata. En aquellos momentos de penurias económicas, se obtenían alimentos mediante las famosas cartillas de racionamiento, vigentes hasta 1952. Aunque su contenido podía variar, con estas cartillas se tenía derecho aproximadamente a 125 gramos de carne, 1/4 litro de aceite, 250 gramos de pan negro, 100 gramos de arroz, 100 gramos de lentejas o garbanzos, un trozo de jabón y un huevo. Lógicamente no eran ingredientes suficientes para poder elaborar una tortilla de patata. Por ello, esta tortilla se elaboraba sustituyendo la patata por la parte blanca de las naranjas situada entre la cáscara y los gajos (no sé cómo se llama) puesta en remojo a modo de patatas cortadas, mientras que los huevos eran sustituidos por una mezcla formada por cuatro cucharadas de harina, diez de agua, una de bicarbonato, pimienta molida, aceite, sal y colorante para darle el tono de la yema (si alguien prueba a hacer esta receta que nos cuente qué tal sale, Montse y yo de momento preferimos la que lleva patata y huevo).

Una de las últimas novedades culinarias relacionadas con la tortilla española ha sido la tortilla deconstruida de Ferran Adrià. Esta tortilla deconstruida se realiza con cebolla confitada, huevo líquido y espuma de patata, por lo cual se toma como plato líquido, en copa y con cuchara.


5. Conservación.


Si os sobra un poco, podéis guardarla varios días (tres-cuatro máximo) tapada en el frigorífico, aunque es ideal para ponerla como aperitivo en la siguiente comida o incluso para írsela comiendo en trocitos pequeños mientras se cocina la próxima receta.

jueves, 22 de abril de 2010

Aunque ya no sea Semana Santa...¡¡qué ricas las torrijas!!

Para los que no seáis españoles, las torrijas son es un dulce típico de las celebraciones de Carnaval, Cuaresma y Semana Santa. En España se hacen sobre todo en Semana Santa.

1. Receta.

Esta receta se la debemos a mi amiga Inés (¡gracias, guapa!), que nos la ha enviado por correo. Este postre le sale fenomenal, así que seguro que con sus consejos conseguimos unas torrijas riquísimas.

INGREDIENTES

• 1 barra de pan de torrijas, que se puede encontrar en cualquier panadería y, en Semana Santa, al menos en España, en la mayoría de los supermercados. Truco de Cris: Si no tenéis pan de torrijas, se puede emplear pan normal de barra que se haya dejado dos días para que se ponga duro.

• 1 litro de leche.

• 1 rama de canela.

• 1 corteza de limón.

• 6 cucharadas soperas de azúcar.

• 2 ó 3 huevos.

• Aceite de oliva para freír (de 0,4 grados).

• Azúcar, leche condensada, miel… para endulzarlas después.

RECETA

1º. Se pone a hervir la leche en una olla bastante grande (si la olla es demasiado pequeña la leche de sale y se monta una en la cocina de morirse y entonces ya no se vuelve a cocinar más…jajaja). Además de leche, se pone en la olla una ramita de canela y una peladura de limón (si no se tiene, no pasa nada) y unas seis cucharadas soperas de azúcar (si os gusta mucho el dulce se puede poner una cucharada o dos más) y se espera a que hierva.

Consejo de Inés: hay que tener mucho cuidado con que la leche no se queme ni un poquito, porque entonces todas las torrijas tendrán un sabor malísimo a quemado.

2º. Se corta la barra de pan en rodajas de unos 3 o 4 cm. de grosor y se colocan en una fuente un poco honda (si se cortan muy finas, luego al freírlas se rompen).

3º. Se cubren las rodajas de pan con la leche hervida previamente. Esperar una hora aproximadamente para que se empapen bien (esto es muy importante, porque si no quedan secas). Quizá al principio parezca demasiada leche pero enseguida la absorbe el pan.

4º. Se reboza el pan con huevo (con ayuda de una cuchara y mucho cuidado) y se fríen en aceite bien caliente en una sartén honda. Hay que tener cuidado al darles la vuelta (con ayuda de una espumadera y una cuchara) para que no se rompan. Truco de Cris: un truco para que no se forme tanta espuma en la sartén es colocar dentro de la misma un clavo metálico (bien limpio, por supuesto, que no es cuestión de que las torrijas sepan a herrumbre).

5º. Se sacan cuando estén doradas y se colocan en una fuente. En la fuente hay que colocar previamente papel de cocina para que las torrijas escurran el aceite sobrante. Una vez bien escurridas, se pueden espolvorear con azúcar y canela o cubrir con almíbar o miel aclarada con agua.

2. Historia.

Como decíamos al principio de esta entrada, las torrijas son un postre típico de Semana Santa. Se comen, especialmente, durante el Viernes Santo. Su popularidad se debe a que estaban al alcance de las economías más modestas y se podían elaborar fácilmente en casa.

Su asociación a la Cuaresma se debe tal vez a la necesidad de aprovechamiento de pan, que, durante el tiempo en que no se podía comer carne, se consumía menos, a pesar de que las familias continuaban haciendo la misma cantidad. Además, al ser un plato que satura pronto, servía para evitar que se probase algún plato de carne, que estaba sujeto a abstinencia en la cuaresma. En España, hasta la prohibición de las fiestas de Carnaval por el régimen de Franco, eran típicas de las fiestas de carnaval.

Una explicación más poética de la estrecha vinculación entre las torrijas y la Semana Santa dice así:

"Las torrijas, al igual que la Semana Santa, representan la vida y muerte de Jesús. Según el rito católico, el pan es el cuerpo de Cristo, que muere en este tiempo, del mismo modo que la base de las torrijas es pan muerto. La leche, los huevos y la fritura -nos detalla- se entienden como los baños necesarios para que el cuerpo resucite y dicha fritura refleja el sufrimiento del Señor. Se produce la resurrección del pan muerto y de ahí la consideración de postre divino".

Sin embargo, a pesar de esta vinculación especial con la Semana Santa o Pascua católica, según algunos historiadores las torrijas se vienen haciendo desde los tiempos de la Antigua Roma. Todos los 12 de Abril (Pridie Idus Apriles) se celebraba la Cerealia, una fiesta que duraba varios días en honor a la Diosa Ceres (Deméter para los griegos) que conmemoraba la liberación de Proserpina (Perséfone) durante la temporada de primavera y verano.

El gastrónomo romano del siglo I d.C., Marcus Gavius Apicius, escribió sobre las torrijas en su libro "De re coquinaria": “(…) rompe siligenas (galletas de trigo), baña las en leche, tuesta las en aceite, riega las con miel y sirve las”.

En el "Libro de buenas menjares" ("Buch von guter spyse"), del siglo XIV, se menciona las torrijas (o "Arme Ritter") por primera vez por escrito, en la zona germanoparlante: "(…) snit denne aht snitten arme ritter und backe die in smalze nicht zu trüge" (el que sepa alemán que lo traduzca, que lo que es nosotras no tenemos ni idea).

La torrija o torreja aparece documentada en España ya en el siglo XV, citada por Juan del Encina: "(…) miel y muchos huevos para hazer torrejas". Al parecer se trataba de un plato indicado para la recuperación de parturientas que se empleaba con el propósito de bajarles la leche para amamantar. Las primeras recetas se remontan al "Libro de Cozina" de Domingo Hernández de Maceras (1607) y "Arte de cozina, pastelería, vizcochería y conservería" de Francisco Martínez Motiño (1611). La torrija era a comienzos de siglo XX muy habitual en las tabernas de Madrid y se servía con vasos de vino (chatos).

3. Variantes.

Se pueden bañar en almíbar, hecho con medio litro de agua, 125 g. de azúcar, una corteza de limón y dos vasos (de los de vino) de buen vino blanco. Se cuece el agua con el limón durante aproximadamente ocho minutos, se añade el vino y se cuece otros cinco minutos. Se aparta del fuego y, cuando está aún caliente, se baña con esto las torrijas.

Se pueden bañar también en un jarabe caliente hecho con medio litro de agua, 125 g de azúcar, una cucharada de miel y una cucharada de vino blanco dulce (tipo moscatel o Málaga). Este jarabe se prepara cociendo los ingredientes previamente. A medida que se sacan las torrijas de la sartén, se pasan al recipiente con el jarabe y después se pasan a otra bandeja.

Una variante que recibe en algunas regiones de España el nombre de "obispos" es aquella en la que se mojan las torrijas en vino en vez de en leche. Se pone en un cazo a reducir vino tinto con cáscara de limón, azúcar y canela y se mojan con ello las rebanadas de pan antes de freírlas.

Existe otra variante denominada "empanados de Queso". Se coloca una fina capa de queso fresco sobre unas rebanadas de pan blanco, que moja ligeramente en vino fino de Jerez y luego se reboza en huevo batido con leche, azúcar y corteza de limón rallado, friéndolas en aceite de oliva y apartándolas cuando están doradas. Por último, se rocían de azúcar molido.

En Jaén, según una receta de 1915, se elaboraba una variedad de torrijas que partiendo de pan bañado en leche se pasaban por una mezcla de yemas de huevo, azúcar, un poco de harina y zumo de naranja y luego se freían en aceite de oliva. Posteriormente se espolvoreaban con azúcar y canela. Mientras tanto se caramelizaban unos gajos de naranja con los que se adornaban las torrijas.

En Córdoba, según una receta de primeros del siglo XX, se mojaba el pan moreno en ron y se freían brevemente, se pasaban por huevo batido y se terminaban de freír para formar una costra, terminando con la inmersión de la torrija en hidromiel.

Una receta original de la sierra de Sevilla, en los alrededores de Cazalla de la Sierra, partiendo de pan sentado, se mojaba éste en leche y posteriormente en huevo batido para freírlo. Al sacar las rodajas se embadurnaban en abundante azúcar y se apartaban. Se apartaba el aceite del perol y los posos que habían quedado se mezclaban con leche, huevo batido y azúcar y se reducían a fuego lento. Una vez frío se le añadía aguardiente de guindas y con todo el conjunto se bañaban las torrijas.

Los donostiarras las hacen con crema pastelera.

Más recientemente se elaboran variedades vegetarianas que sustituyen la leche de vaca por jugo de soja y los huevos por harinas de garbanzo, soja u otras leguminosas.

4. Curiosidades.

Antiguamente, en casa de la gente más pudiente se servían en bandeja de plata y eran elaboradas con la mejor leche y el mejor azúcar, se pasaban por abundante huevo y se doraban en aceite. En los hogares más modestos, las torrijas se hacían sin huevo, se bañaban en almíbar y, en lugar de espolvorearlas con canela, se utilizaba azúcar. En las tabernas se solía sustituir por vino, se bañaban en huevo y se espolvoreaban con un polvillo de azúcar.

En otros países también se hacen postres parecidos a las torrijas españolas. Así, en Francia se prepara, con similares características, el "pain perdu" (pan perdido), si bien éste no se fríe en aceite sino a la plancha, conociéndose en Reino Unido y países de habla inglesa como "french toast".

En Colombia y Chile se llaman "tostadas francesas" y en México "pan francés", endulzados con jarabe de arce o con azúcar. En el norte de México se conoce como "torreja".

En Argentina y Uruguay existe un modo sencillo de elaborar torrijas humedeciendo con leche miga de pan común, dándole forma de bollo y pasando éste por yema de huevo batida. Posteriormente se fríen y se espolvorea cada bollo con azúcar.

En Alemania las torrijas se llaman "Arme Ritter" ("caballeros pobres") y no son más que una manera de aprovechar el pan sobrante. El origen del nombre es que en Alemania en el siglo XIV los caballeros empobrecieron tanto que el pan era el único alimento que podían pagar.

Los ingleses tienen un postre parecido al que llaman "Poor knights of Windsor". El origen del nombre es el mismo que el de los "caballeros pobres" alemanes.

Los Suizos las llaman "Fotzelschnitten" y los Austriacos y Bávaros "Pofesen" o "Pavesen".

En Portugal las torrijas tienen el nombre "Rabanadas" y son un típico dulce de Navidad que se come en la Noche Buena y durante las fiestas.

martes, 20 de abril de 2010

Tortilla francesa ¿de Francia? No, de España


La tortilla francesa es un plato a base de huevo. Lo de francesa no viene de Francia, como parece, sino de España (os lo contamos en el apartado de “Historia”).

Se trata de un plato muy socorrido cuando tenemos poco más que huevos en la nevera, que puede apañar fácilmente una cena o servir como segundo plato en una comida.

1. Receta.

La tortilla francesa simple tan sólo necesita de unos cuantos huevos (dos por persona), una cucharada de aceite de oliva y un poco de sal.

Lo bueno de este plato es que se puede rellenar de cualquier ingrediente que se nos ocurra. Podemos echar queso (en trocitos o rallado) o trozos de jamón cocido (en España se conoce como jamón york) o tacos de bacon o taquitos de jamón serrano (Cris: yo personalmente prefiero hacer la tortilla francesa simple y acompañarla con lonchas de jamón serrano) o chorizo o pimientos verdes o rojos o espárragos trigueros o setas o…casi cualquier cosa que se os pase por la cabeza en ese momento o de la que tengáis antojo.

Las cantidades del relleno dependerán de si la tortilla os gusta muy cargada o poco. Si vais a poner setas, recordad que encojen mucho al freírlas, por lo que es conveniente echar siempre dos puñados más de lo que uno piensa. Si vais a poner ingredientes muy salados, como el bacon o el jamón serrano, conviene no poner sal a los huevos batidos o echar mucha menos.

¿Y cómo se hace?

Ya veréis qué fácil. Primero se baten los huevos con una pizca de sal en un recipiente.

Si se le va a añadir algún ingrediente más, se añade a los huevos batidos. Los ingredientes crudos, tipo bacon o setas o espárragos trigueros, se deben freír antes de añadirlos a los huevos. Siempre se debe escurrir bien de aceite estos ingredientes antes de mezclarlos con el huevo. Y no debe mezclarse recién sacados de la sartén, porque con el calor el huevo comenzará a cuajarse. Con cinco minutos que reposen será suficiente.

Se pone un poco de aceite en la sartén. Si os pasáis de aceite, una vez echéis la mezcla de huevo se verá aceite en los bordes de la sartén. Para retirarlo, lo mejor es utilizar papel de cocina, metiendo la punta para que vaya absorbiendo el exceso de aceite. Si ponéis demasiado poco aceite, la tortilla se pegará un poco a la sartén y será difícil darle forma. Poco a poco iréis cogiendo el punto al aceite, no hay que preocuparse porque la primera tortilla francesa se quede en huevos revueltos.

La tortilla francesa se hace a fuego medio. Para irle dando la forma, cuando vemos que ya está hecha más o menos la parte en contacto con la sartén, con la ayuda de una espumadera vamos levantando uno de los bordes y doblando la tortilla por la mitad hasta que quede una especie de media luna en la sartén. Luego se va dando la vuelta a esta media luna para que se vaya haciendo. El aspecto final es el de una elipse (Cris: o el de la suela de una zapatilla de andar por casa, que es la imagen mental que me viene a mí cuando hago este tipo de tortilla).

El acompañamiento que se ponga a esta tortilla dependerá de si es simple o si va rellena y del relleno que se haya puesto. Poner acompañamiento de bacon frito a una tortilla francesa rellena de chorizo a lo mejor no es la opción más acertada, mientras que es muy buen acompañamiento a una rellena de tomate y setas.

2. Historia.

La tortilla de huevo se conoce desde tiempos del descubrimiento de América. En las crónicas de Indias se tiene documentado que en el año 1.519 ya se conocía la tortilla de huevo tanto en Europa por los conquistadores españoles como en América al menos por los aztecas, quienes la preparaban y vendían en los mercados de Tenochtitlan. En esos textos la tortilla de Mesoamérica solía referirse como pan de maíz, por lo que la alusión a la tortilla de huevo se realiza sin confusión:

"Venden huevos de gallinas y de ánsares, y de todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad; venden tortillas de huevos hechas" (Segunda carta de relación de Hernán Cortés).

"(…) Carne y pescado asado, cocido en pan, pasteles, tortillas de huevos de muy distintas aves" (Historia general de las Indias, Francisco López de Gómara).

En contra de lo que podríamos pensar, el origen de lo que hoy conocemos como tortilla francesa no esta en Francia, sino en España. Durante la Guerra de la Independencia, con los bloqueos existentes, empezaron a escasear algunos alimentos, incluyendo las patatas, ingrediente necesario para elaborar la tortilla española. Es así como se empezaron a elaborar tortillas simples, sin patatas, que el pueblo denominó de modo jocoso "tortilla francesa", nombre que posteriormente se extendió al resto del mundo.

3. Variantes.

En cuanto a las clases, hay muchos tipos de tortillas francesas, dependiendo de en qué lugar se hagan.

La “Western omelette”, denominada también como “Denver omelette”, es una tortilla francesa elaborada con pedacitos de jamón, cebollas y pimientos que se sirve a menudo en el medio oeste de los Estados Unidos. A veces tiene queso y se suele acompañar con patatas fritas.

En Guatemala, existe la denominación “Omelette Casero” y se trata de una tortilla francesa rellena con queso, cayena o guindilla (alternativamente a la cayena se puede poner pimienta negra), tomate, jamón, orégano y hongos (se pueden sustituir por setas). Estos ingredientes pueden combinarse para dar múltiples variantes de este tipo de tortilla.

En México, a la tortilla francesa se la conoce simplemente como "omelette". Cuando se le añaden papas o patatas, se la conoce como "omelette con papas o tortilla española", cuando se prepara con guisantes o chícharos como "omelette francés o tortilla francesa". Existe la variante de "omelette con champiñones" y de "omelette de jamón" (jamón cocido o york, tipo Virginia u otros) y, en algunos casos, los champiñones y/o jamón se mezclan adicionalmente con queso (tipo Oaxaca, manchego o Gouda) el cual se funde en la preparación.

La Frittata es una tortilla francesa italiana que contiene queso, verduras e incluso pasta.

En Japón, la tortilla francesa (pronunciado omuretsu) se sirve en una especie de niguiri como omuraisu (que significa "tortilla" y "arroz"). Omu-soba es una tortilla francesa con yakisoba como relleno. Okonomiyaki es un panqueque japonés comparado con una tortilla francesa.

En Argentina, se conoce con el nombre de “omelette” y se suele rellenar con jamón, queso, tomate, mayonesa, etc. para así luego enrollarlo y formar una especie de canelón.

4. Conservación.

Si os sobra un poco, podéis guardarlo unos días (máximo tres) en la nevera y recalentar en el micro.

jueves, 15 de abril de 2010

Ya viene el calor, ¡dame algo frío, por favor!


Ahora que ya se va acercando el buen tiempo, hablemos de postres helados. Y para empezar, nada mejor que un par de recetas fáciles para hacer sorbete: de frutos rojos y de mandarina.

1. Receta.

a) Sorbete de frutos rojos:

Necesitáis un par de moldes para cubitos de hielo (cubiteras).

Para cuatro personas, los ingredientes serían:

- Medio litro de zumo de frutos rojos en brick: se puede sustituir por zumo de frutos del bosque o por cualquier otro zumo más o menos ácido. Si lo sustituís por un zumo de fruta dulce (tipo melocotón), entonces tenéis que reducir considerablemente el azúcar de la receta.

- 200 g. de azúcar.

- Dos claras de huevo: con las yemas se pueden hacer muchas cosas, pero en el mismo día, porque no conviene conservarlas sin cocinar más de un día en la nevera. Si el día que vais a hacer el sorbete hacéis por ejemplo una empanada, podéis aprovechar la yema para pintarla para que os quede doradita. También se pueden cocer las yemas y luego triturarlas para echarlas como adorno sobre unos huevos rellenos, por ejemplo. O simplemente cocerlas y comerlas con sal.

- Una rama de menta: si no os gusta la menta, se puede prescindir de este ingrediente o se puede usar para decorar en vez de como ingrediente propiamente dicho.

¿Y cómo se hace?

Esta receta es de las más fáciles que yo conozco, casi casi tanto como la del tapenade que pusimos hace tiempo en el blog.

Se ponen todos los ingredientes en un recipiente para batidora y se baten.

Con esta mezcla se rellenan las cubiteras y se meten en el congelador durante aproximadamente cuatro horas.

Antes de servir el sorbete, se sacan las cubiteras del congelador, se vacían en un recipiente para batidora y se baten hasta que quede una mezcla cremosa.

Se sirve en copas con la decoración que prefiramos (la menta, frutas del bosque o frutos rojos, figuritas de chocolate…).

Este preparado se puede conservar perfectamente en el congelador, por lo que no hace falta prepararlo en el día (las cuatro horas de las que hablamos en esta receta son el mínimo, no quiere decir que tengan que ser estrictamente cuatro horas). Lo único que hace falta es batirlo al sacarlo del congelador antes de servirlo.

En total podéis haber empleado unos diez-quince minutos en batir (las dos veces) más el tiempo que el sorbete pasa en el congelador (cuatro horas o más).

b) Sorbete de mandarina:

Para cuatro personas, los ingredientes serían:

- Medio litro de zumo de mandarinas frescas: se puede sustituir por zumo de naranja.

- Medio litro de zumo colado de limón

- 500 g. de azúcar.

- Dos claras de huevo: recordad que, como hemos dicho arriba, no hace falta tirar las yemas, que con ellas se pueden hacer muchas cosas.

- Una rama de menta o un rizo de la cáscara de las mandarinas para decorar: la decoración no es necesaria, pero siempre alegra el postre, sobre todo cuando tenéis invitados.

¿Y cómo se hace?

Se pone el zumo de mandarina y el azúcar en un cazo. Hay que remover hasta que hierva y se deshaga el azúcar. En ese momento se retira del fuego y se deja enfriar.

Una vez frío, se añade el zumo de limón y se mezcla bien.

Se mete la mezcla en el congelador y se deja unas cuatro horas.

Se saca del congelador poco antes de servirse, se baten las claras a punto de nieve y se mezclan bien con la masa que hemos sacado del congelador. Esto hace que la textura del sorbete sea más suave, pero si no mezcláis bien, puede dejar grumos blancos. Si veis que no os queda del todo bien, en futuras ocasiones podéis simplemente prescindir de las claras de huevo y batir la mezcla sacada del congelador antes de servirla en las copas. O añadir las claras de huevo batidas a punto de nieve pero mezclándolas con el sorbete con la batidora.

Se sirve en copas con la decoración que prefiramos (la menta o la cáscara de mandarina, figuritas de chocolate…).

En total podéis haber empleado unos veinte-veinticinco minutos más el tiempo que el sorbete pasa en el congelador (aproximadamente cuatro horas).

2. Historia.

Los sorbetes fueron los primeros postres helados.

La palabra sorbete viene del árabe ("charab”) y del turco (“chorbet”), que al italiano pasaron como “sorbetto” y al francés como “sorbet”.

En sus orígenes el sorbete estaba compuesto de nieve con frutas, miel y sustancias aromáticas.

Hay historiadores que mantienen que estos sorbetes ya eran conocidos por los egipcios. Se cuenta que Alejandro Magno mandaba traer nieve de las montañas para refrescar los vinos y también algunos alimentos, mientras que el emperador Nerón enfriaba sus zumos y sus vinos con hielo o nieve traídos de las montañas de los Alpes por sus esclavos. Otros historiadores dicen que los sorbetes fueron inventados por los chinos en el año 3.000 a.C.

Durante la Edad Media, en las cortes Árabes se preparaban productos azucarados con frutas o zumo de éstas enfriadas con nieve. Estos productos se conocían con el nombre de “charat”. Está documentado sin duda que hacia el año 1.100 los países islámicos ya disponían de nieve prensada, conservada en cuevas durante todo el verano, con la que se hacían los sorbetes. El procedimiento consistía en agitar una vasija cerrada que contenía el líquido sumergiéndola en la nieve.

Marco Polo, en el siglo XIII, al regresar de sus viajes al Oriente, trajo varias recetas de postres helados usados en China durante cientos de años, elaborados a base de frutas, miel y nieve, los cuales se implantaron con cierta popularidad en las cortes italianas, conociéndose con el nombre de “sorbetto”, silogismo del turco “chorbet” (cuyo significado es “bebida”).

El primer artilugio que se utilizó para la confección de sorbetes fue la denominada "garrafa", que era un recipiente con una tapa con un asa que se introducía en un recipiente mayor, normalmente de madera, el cual contenía una mezcla frigorífica compuesta por nieve prensada y sal (modernamente la mezcla se hace con hielo picado y sal). Se movía la garrafa por el asa de derecha a izquierda y viceversa, para que no se formasen hielos y de vez en cuando se abría y se quitaban con cuchara de madera las adherencias en las paredes, continuando posteriormente la operación.

Obviamente la elaboración de los helados no era sencilla, ya que era imprescindible disponer de nieve y de los medios para conservar la temperatura. Esto hacía de los sorbetes un placer que tan sólo disfrutaban los reyes y las personas privilegiadas de esa época. Según referencias históricas, en los siglos XVI y XVII, en las cortes de España, Francia e Inglaterra, se elaboraban y servían helados y sorbetes.

3. Curiosidades.

A diferencia de los helados, los sorbetes no contienen materia grasa o la contienen en poca cantidad, por lo cual sus aportes calóricos son menores (66 kcal. por 2 bolas). También son pobres en sodio (hasta dos veces menos que el helado) y, según la fruta que se utilice, pueden contener buenos aportes de vitamina C.

En la zona del Maghreb y del norte de África se hace un tipo de sorbete llamado Agraz, cuyos ingredientes son almendras, verjus y azúcar. Tiene un sabor fuertemente ácido, debido al verjus.

Durante la 1ª Guerra Mundial, los sorbetes figuraban en los menús clásicos, después de los pescados y de las entradas y antes de los asados para cambiar el gusto del paladar y conservar despierto el apetito.

Un tercio de todo el sorbete vendido en el mundo es de vainilla.

Estados Unidos es el mayor consumidor mundial de helados y sorbetes, con algo más de seis mil millones de litros anuales. Sin embargo, los neocelandeses son los más adoradores de este manjar con algo más de 26 litros de helado y/o sorbete al año por persona.

En Argentina, hasta mediados del siglo XIX, el hielo con el que se hacían, entre otras cosas, los sorbetes, llegaba desde Inglaterra o los Estados Unidos en barras envueltas en aserrín.

4. Conservación.

El sorbete no se puede conservar. Lo que sí se puede es hacer más cantidad y no sacar todo del congelador, dejando parte para otra ocasión. En este caso, habrá que sacar el producto del congelador algo antes de batirlo o calentarlo unos pocos segundos en el microondas para que se desprenda del recipiente en el que se haya congelado.


martes, 13 de abril de 2010

Al rico bizcocho...desayunando o merendando


Como la única comida del día no es la comida o almuerzo, hoy vamos a hacer un bizcocho para el desayuno…o para la merienda…

Este bizcocho es muy sencillo y sale muy rico, ya veréis.


1. Receta.


Necesitáis un molde desmoldable de unos 40-50 cm. de diámetro.

Para ese molde, los ingredientes serían:

- Un yogur natural: se puede sustituir por yogures de otros sabores y eso le dará un sabor diferente al bizcocho. Si ponéis un yogur que no sea natural, eliminad el zumo de limón de esta receta. Mi prima lo hace con yogur de plátano y le queda muy rico.

- Tres vasitos de yogur de harina: si ponéis esta medida os quedará más esponjoso (o más seco, en opinión de algunos). Si lo queráis más apelmazado (o más jugoso según otros), lo único que tenéis que hacer es poner sólo dos vasitos de yogur de harina en vez de tres.

- Un sobre de levadura.

- Dos vasitos de yogur de azúcar: si el yogur natural que ponéis es azucarado, poned tan sólo un vasito-vasito y medio de azúcar, porque si no queda demasiado dulce de sabor.

- Un vasito de yogur de aceite: si el aceite es de oliva virgen extra, echad un poco menos de un vasito, porque si no queda demasiado fuerte de sabor. Lo ideal es que sea aceite de oliva 0,4º. Hay quien lo hace con aceite de girasol, pero yo prefiero el de oliva, manías de cada uno...(queda pendiente para uno de estos días poner una entrada sobre los distintos tipos de aceite de oliva y sus usos).

- Tres huevos: si sólo tenéis dos, también sale bueno.

- Tres cucharadas soperas de zumo de limón: hay quien pone dos cucharadas de zumo y algo de ralladura de limón o de naranja. Yo no pongo ralladura porque me resulta molesto encontrármela en el bizcocho. A veces cambio las cucharadas de zumo con un chorrito de zumo de limón concentrado. Si ponéis el yogur de otro sabor, no echéis el zumo de limón. Podéis echar ralladura o zumo de otros ingredientes (tipo naranja) o algún trozo de la fruta que sea el yogur (por ejemplo, fresa).


¿Y cómo se hace?


Ya veréis qué fácil.

Mientras preparamos el bizcocho, ponemos el horno a calentar arriba y abajo a 180º (sin turbo o ventilador).

Se ponen los huevos en un recipiente para batidora y se baten. Se añade el yogur y se vuelve a batir hasta que esté todo bien mezclado.

A continuación se pone el azúcar, la harina, la levadura, el limón y el aceite y se vuelve a batir. Tiene que quedar todo bien mezclado y que no queden grumos de harina ni en el recipiente ni en la propia batidora.

En este momento preparamos el molde. Ponemos papel de horno en la parte de abajo para ayudar después a desmoldar el bizcocho. Luego con los dedos untamos con un poco de mantequilla los bordes del molde. Se puede también enharinar los bordes para facilitar el desmoldaje, aunque no es necesario (si no habéis puesto un poco de harina lo único que hay que hacer es pasar un cuchillo entre el molde y el bizcocho una vez esté hecho antes de desmoldarlo).

Es importante que la masa dentro del molde no sobrepase los 2/3 de su altura, ya que si no se desbordará dentro del horno.

Por último, se mete al horno a 180º arriba y abajo (sin turbo ni ventilador) entre media hora y cuarenta y cinco minutos. Si le añadís fruta troceada a vuestro bizcocho, debéis dejarlo al menos quince minutos más en el horno, ya que este tipo de bizcochos tarda más en hacerse.

Recordad lo que comentamos siempre sobre el horno y las temperaturas y los tiempos: cada horno es un mundo y la primera vez que se hace una receta siempre hay que estar vigilando. Poco a poco uno se acostumbra al horno que le ha tocado en suerte y acaba sabiendo cuánto tiempo necesitan las recetas, pero la primera vez siempre es siempre una aventura.

Recordad que debéis dejar subir el bizcocho y que esté dorado por arriba antes de abrir el horno, porque si lo abrís antes de tiempo no subirá. El bizcocho debe subir por todos los lados igual, pero ligeramente abombado en el centro. Cuando penséis que ya está listo, para comprobarlo tan sólo hay que introducir un palillo o punta de cuchillo. Si sale limpio, vuestro bizcocho está listo para sacar, dejar enfriar y servir.

En total podéis haber empleado unos diez-quince minutos en batir más el tiempo que emplea vuestro horno en la cocción y el tiempo que tarda el bizcocho en enfriarse.


2. Historia.


La palabra bizcocho proviene del latín “bis coctus”, que significa “cocido dos veces”.

El bizcocho, aunque parezca increíble, ya se cocinaba en Egipto. Bueno, más que el bizcocho, un antecedente, del cual aparecen algunas representaciones en la tumba de Ramsés III en Tebas (siglo X a.C.).

La doble cocción del bizcocho (que hoy día ya no se hace) consiste en secarlos en el horno después de cocidos para conservarlos mejor. Con esto se podían conservar mucho tiempo, por lo que fueron ampliamente utilizados como alimento de soldados y navegantes.

La historia nos ha legado muchísimas recetas, muchas veces ligadas a algún evento o lugar. Sin salir de España, podemos enumerar un montón de tipos de bizcocho, como mantecadas, sobaos, bizcochos borrachos, colineta, maimón, rellenos de Bergara, soletillas, mojicones…y un largo etcétera.

Hay bizcochos que son patrimonio de la cocina de Occidente: magdalenas, bizcocho enrollado (o brazo de gitano), plum cake o el clásico “cuatro cuartos” (4 huevos y su mismo peso de azúcar, mantequilla y harina). Este último fue llevado hasta Japón por los misioneros españoles en el siglo XVII.


3. Tipos y acompañamientos varios.


El bizcocho de nuestra receta es ideal para desayunar o para tomar café después de comer o a la hora de la merienda.

Si se va a servir como postre en una comida, se le puede poner algún tipo de cobertura, como chocolate o queso mascarpone con limón, o rellenarlo con alguna mermelada de fruta, con nata o crema o con chocolate.

Para hacer una cobertura de chocolate, debéis mezclar una tableta de chocolate de fundir con una lata pequeña de leche condensada y dos o tres cucharadas soperas de mantequilla. Se pone el chocolate a fundir al baño María y, cuando esté derretido, se añade la leche y la mantequilla sin dejar de remover hasta que esté todo bien mezclado. Si os queda muy espeso, podéis diluirlo con un poco de leche, cuidando que no queden grumos. Se echa sobre el bizcocho. Lo podéis servir así o esperar a que se enfríe el chocolate y meterlo una media hora en la nevera para que el chocolate esté crujiente, de ambos modos está buenísimo.

Para la cobertura de mascarpone necesitáis 250 g. de queso mascarpone, dos o tres cucharaditas de vainilla en polvo, dos cucharadas soperas de azúcar glass. Se puede añadir un chorrito de zumo de limón (unas dos cucharadas) o de lima (una cucharada) si queréis que tenga un ligero regustillo a limón. Se puede sustituir el azúcar glass y la vainilla por dos cucharadas soperas de azucar glass vainillada. Se baten todos los ingredientes y se extiende sobre el bizcocho con ayuda de una espátula. Es una cobertura ideal también para bizcochos de zanahoria. Si queréis decorarlo un poco, podéis repartir trozos de nueces por encima.

Para los rellenos, se puede utilizar la misma receta de la cobertura de chocolate o de marcarpone, o bien mermelada de distintos sabores (el que más os apetezca ese día) o nata montada o crema. Simplemente hay que cortar el bizcocho en horizontal en dos partes, poner el relleno elegido y colocar de nuevo la otra parte a modo de tapa. Si el relleno es de chocolate, habrá que dejarlo un poco más espeso para que no se escape por los bordes.

Podéis incluso mezclar rellenos y coberturas. Un relleno de mermelada de fresa o frambuesa con cobertura de chocolate es una delicia en uno de esos días que te sientes deseoso de dulce...(no, no es la famosa tarta Sacher, en la que el bizcocho es de chocolate, otro día pondremos también la receta de ésta, no os preocupéis).

Con la base del bizcocho sencillo que aquí os hemos presentado, existen numerosas variantes: bizcochada alemana (con miel, leche y licor), bizcocho de manzana (con manzanas y leche), de almendra (con almendra, naranja y ron), sableux y gioconda (ambos con almendra molida y mantequilla), ruso (con almendra en polvo y leche), franchipan (con mazapán), amarmolado (con mantequilla, leche, cacao y sal), de coco (con coco rallado y agua), plum cake (con mantequilla, frutas confitadas, pasas, ron, leche y vermouth)…

En próximas entradas pondremos algunas recetas de otros tipos de bizcochos y pasteles, como el pastel de calabaza.


4. Curiosidades.


En Uruguay, Argentina y Bolivia al bizcocho se le llama “bizcochuelo”, añadiéndole apellido en función del ingrediente extra que la masa tenga: bizcochuelo de vainilla, bizcochuelo de chocolate…


5. Conservación.


Si os sobra un poco, podéis guardarlo hasta una semana tapado con papel albal o film. Después de una semana ya empieza a estar demasiado correoso, aunque con lo bueno que está no creo que os dure tanto…

jueves, 8 de abril de 2010

¿Mono de dulce? ¡Tarta de queso que te crió!




Hoy vamos a darle un poco a la sección postres: la tarta de queso.

La receta que os presentamos es de las más fáciles de hacer, pero de resultado riquísimo. Además, es una tarta que siendo dulce no es nada pesada y que puede combinarse con multitud de platos y con múltiples acompañamientos. Lo único que hace falta es un poco de paciencia, una batidora y un horno. Bueno, ¡¡y los ingredientes!!

1. Receta.

Consejo previo: Para cualquier tipo de tarta, conviene contar con un molde desmoldable. Así resulta mucho más fácil servir la tarta posteriormente. Recordad que aunque no sea lo más importante, la presentación hace mucho en los platos, especialmente en los postres, que deben empezar a degustarse primero con los ojos y la nariz.

Yo lo que hago para poder colocar la tarta posteriormente en un plato con facilidad es colocar en la base del molde papel de horno. De esta manera, no se queda pegada al fondo del molde y se puede transportar o colocar en su plato de presentación definitivo sin destrozar la tarta. Además, los bordes del papel de horno pueden recortarse haciendo formas geométricas o florales que ayuden a decorar más si cabe nuestro postre.

Además, para evitar que los bordes de la tarta se queden pegados al molde, se deben untar los lados del molde con un poco de mantequilla. Simplemente coged un poco de mantequilla de la que se queda en el borde de la tarrina con dos dedos y pasadlo por todos los lados del molde hasta que quede una película transparente.

Los ingredientes serían:

Para la base: un paquete de galletas Maria Fontaneda (en una caja vienen 4 o 2, depende del tamaño de la caja y en algunos supermercados también he visto que los venden sueltos, como por ejemplo en el Ahorra Más) y mantequilla a ojo (luego veréis a qué me refiero con “a ojo”, un poco de paciencia).

En algunos países no se pueden encontrar galletas María Fontaneda. Lo importante es que sean galletas y no pastas, que no sean con fibra ni digestivas ni con ningún tipo de acompañamiento o cobertura. Vamos, que sean ni más ni menos que galletas simples de toda la vida, de las que nos ponían de pequeños para desayunar.

Para la masa: unos 300 gr. de queso Philadelfia (o de cualquier queso crema), 3 huevos, un vaso (como del tamaño de un yogur) de azúcar, un paquete de nata líquida (200-250 ml.) y medio vasito de leche (también del tamaño aproximado de los de yogur).

¿Y cómo se hace?

La base: El paquete de galletas se machaca muy bien. Se puede hacer con el mortero, aunque es un poco pesado. También se puede emplear un accesorio picador que incorporan ahora muchas batidoras. Yo lo hago directamente con la batidora. Lo único que hay que tener cuidado de tapar la boca del recipiente en el que estáis batiendo las galletas, porque si no se acaba con la cocina llena de trozos de galleta.

Luego se derrite mantequilla en el microondas o en el fuego y se va mezclando con las galletas machacadas hasta que quede una masa que se pueda extender en la base del molde. No deben quedar trozos de galleta sueltos, pero tampoco conviene pasarse con la mantequilla y que esté demasiado aceitosa la base. Lo ideal es ir derritiendo y añadiendo la mantequilla poco a poco para poder controlar en punto exacto.

Una vez colocada la base, se aplasta muy bien con una cuchara (si queréis ver más o menos cómo debe quedar, pinchad sobre el enlace). Es importante que la base quede bien apelmazada, ya que si no saltan trozos de galleta al echar la masa encima y la tarta queda con trozos de galleta en el queso. No afecta a su sabor, realmente está igual de buena, pero sí a su presencia.

La masa: para hacer la masa tan sólo es necesario colocar los ingredientes en un recipiente y batirlos.

Una vez batido, se echa encima de la base con mucho cuidado. Si lo echáis muy fuerte o desde muy alto, se desprende parte de la masa de galletas y queda peor de aspecto (aunque, como os decía antes, sabe igual de bueno).

Horno: hay que precalentarlo un rato antes de meter la tarta. Yo lo que hago es ponerlo a calentar arriba y abajo a 180º cuando empiezo a echar la mantequilla derretida sobre las galletas molidas.

Una vez metida la tarta, se deja a 180º arriba y abajo durante aproximadamente media hora-cuarenta y cinco minutos. Cada horno es realmente un mundo, por lo que estos tiempos y temperaturas son sólo orientativos. Es mejor ir observando la tarta cada diez quince minutos hasta que cojáis la temperatura y tiempos que vuestro horno necesita.

La tarta está hecha cuando al mover suavemente el molde ya no se mueve como un flan y podéis meter un palillo o un cuchillo y que éste salga limpio, sin trazos de la masa de queso.

Yo luego lo suelo poner dos o tres minutos sólo arriba a esa misma temperatura.

Fuera del horno: al sacarlo, hay que dejarla enfriar y después meterla en el frigorífico. Queda mucho mejor si se hace de un día para otro o pronto por la mañana para por la noche. Y conviene sacarla del frigorífico media hora antes de servirla, para que no esté excesivamente fría y se pueda apreciar todo el sabor.

Decoración: pues se le puede echar de todo: helado de frutas del bosque, sirope de fresa o chocolate, caramelo, mermelada (de fresa o frambuesa para un toque dulce y de naranja para un toque amargo), frutos secos, fruta (combina muy bien con fresas o frambuesas, pero también se puede poner melocotón o naranja), nata montada...lo que os pida el cuerpo ese día.

Un acompañamiento extradulce para esos momentos de glotonería total es calentar al baño maría chocolate especial para postres con leche condensada y mantequilla hasta que quede un chocolate líquido completamente mezclado. Sobre la tarta de queso resulta delicioso servirlo caliente, ya que contrasta con el frío de la tarta, esta vez recién sacada de la nevera.

2. Historia.

La tarta de queso es uno de los postres más antiguos del mundo. El primer registro del que se tiene constancia proviene de Grecia.

Marcus Porcius Cato escribió la receta de la tarta de queso cocinada en horno de piedra para su preparación en uno de sus libros, llamado “De Agri Cultura” (mirad el apartado 84, nota al pie de página 80 del enlace).

La primera tarta de queso cremoso moderna se elaboró en Nueva York en los años veinte por reposteros judíos. Arnold Reuben, propietario de un legendario restaurante en Broadway asegura que su familia desarrolló la primera receta de tarta de queso cremoso. Su tarta era tan buena que ganó una medalla de oro en la Feria Mundial de 1929.

Hay diferentes tipos de tartas de queso. Por ejemplo, en Alemania el principal ingrediente es el requesón, en Canadá se caracteriza por el uso del jarabe de arce como acompañamiento para añadirle más sabor a la tarta, en Brasil le añaden mermelada de guayaba, en Japón se basan en la emulsión de maicena y huevos para crear una textura más suave, en Italia se hace a base de requesón y se agrega vainilla para aromatizar más su sabor.

Aunque nuestra receta se hace con queso crema, dependiendo del tipo de queso que utilicemos y los aromas que le añadamos, así será la textura y sabor de la tarta, por lo que tan sólo tenemos que elegir los ingredientes que más nos gusten.

3. Curiosidades.

El pasado 25 de enero, en México D.F., Philadelphia de Kraft Foods México fue reconocida por Guinness World Records por preparar la mayor tarta de queso de la historia. Con un peso de 2.133,5 Kg. (4.703 lbs.), 2,5 m. de diámetro y 56 cm. de altura, un equipo de 55 cocineros mexicanos de 5 de las universidades de gastronomía más reconocidas en México y liderados por los maestros Elí López y Miguel Ángel Quezada, consiguió esta hazaña en la Universidad del Claustro de Sor Juana, ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Utilizaron para ello 800 kg. de queso crema Philadelphia, 800 kg. de yogurt, 350 kg. de galleta, 250 kg. de azúcar, 150 kg. de mantequilla y 100 kg. de fresas, entre otros ingredientes.

4. Conservación.

Si os sobra un poco, podéis guardarlo unos días (no más de tres) en la nevera, bien tapado para evitar que se reseque.





lunes, 5 de abril de 2010

Pesto

El pesto es una de esas salsas básicas que la sacan a una de apuros. No solo sirve para la pasta. Pruébelo con pollo, en sopa de tomate, en un fondue de queso, sobre pescado, con pan y tomate, en emparedados.  Esta receta se hace ¨al ojo¨... es decir, echando de a poco hasta que quede como uno quiera... aunque no del todo.

Aceite de Olivas
Albahaca
Sal
Nueces (o se pueden usar otras semillas como piñones, macadamias, almendras… pero evite el maní -el cacahuete, en España-).
Queso parmesano

Se pone todo en un procesador de comidas, una batidora o en una licuadora (o a la antigua, en un mortero), se enciende, hasta que se revuelva bien. Si está muy seco, o cuesta que la licuadora o procesador mezcle todo, ponga un poquito más de aceite de olivas. Pruebe la sal antes de usarlo.

Muchas gracias a Marcela Jiménez por la receta.

jueves, 1 de abril de 2010

Con un silbido de cafetera: Cómo hervir agua




No, no es una broma. Esta es la primera lección. Hervir el agua es el primer método para aprender una de las reglas de oro en la cocina: la paciencia. Quizás, hervir agua sea lo primero que haga con la primera olla que compre (lávela antes, por favor). ¿Verdad que tarda más de lo que esperaba? Si se quedó al lado de la olla, esperando, sabe de lo que estamos hablando. Si no lo hizo, y no cree en lo que estoy diciendo, espere a la vez número 20. Esos minutos que tarda el agua en hacer burbujas, sin tener con quién hablar, ojalá sin televisor, se le van a hacer eternos. Además, si no espera compañía, es muy probable que el agua que está hirviendo vaya a ser para cocer el único plato que va a comer -muy seguramente será pasta-, y no va a tener mucho más que hacer en la cocina mientras tanto. ¿Verdad que estamos hablando el mismo idioma?

Como persona en solitario, ya habrá estado tentada a subsistir solo con pastas. Créame que si es así, ya pronto habrá llenado una buena cuota. Entre lo que tarda el agua en hervir, y haberse convertido en experto degustador de salsas enlatadas, va a llegar un punto en el que la pasta no va a ser la mejor opción. Sí, existe el hastío de pasta, por más sangre italiana que tenga (Montse: yo la tengo).

Pero hay que saber hervir agua. Hay algunas pocas reglas para hacerlo (créalo o no), y otros trucos para que las burbujas no tarden tanto. Así que vamos al punto.

¿Qué necesita?
Una olla más grande de lo que usted crea que es necesario. O una cafetera o tetera, según para lo que necesite el agua.
Agua fresca (en la cantidad que necesite). Si tiene que medirla, y como asumo que está comenzando a cocinar, hágalo con una taza de medir. Recuerde que tiene que desarrollar el ojo poco a poco. Pero recuerde que el agua se evapora… ponga un poco más.
Una cocina con un disco de un tamaño similar al de la olla.

¿Cómo se hace?
Hervir es un asunto de temperatura, pero aunque quiera ganar tiempo, lo ideal es que el agua que ponga a hervir esté fresca. Y esto tiene que ver un poco con razones de salud. En algunos lugares, las tuberías mantienen suciedad que se desprende con el agua caliente. En otros, el agua caliente se mantiene en contenedores o tuberías que quizás no estén muy limpios.

Tampoco llene la olla hasta arriba, pues lo que vaya a poner a hervir en el agua va a hacer subir el nivel (física básica que a más de uno se le olvida).

Para ganar tiempo, tape la olla pero deje un pequeño espacio para que salga el vapor. Póngala en la cocina a fuego fuerte. Y espere. Si va a cocinar algo salado, eche sal, pues se supone a que va a ayudar a que el agua hierva más rápido (aunque mi impaciencia nunca me ha permitido notar mayor diferencia).

El agua está hirviendo cuando hay burbujas grandes que salen desde el fondo. Las burbujitas chiquitas de los lados no cuentan: solo son burbujitas de aire.

Una cafetera eléctrica es una excelente inversión, y no muy costosa, y hace la vida de una soltera o expatriada más sencilla. Es muchísimo más rápida. Además ayuda a ahorrar energía (ayuda a la bolsa y al ambiente). Nada más ponga una buena cantidad de agua en la cafetera eléctrica y una vez que hierva la pasa a la olla. De todas formas, hay que dejarla un ratito más en la olla hasta que aparezcan esas burbujas grandes que queremos.

¿Qué hacer con el agua hirviendo?
No solo té y café… solo visite el pasillo de sopas y productos secos y verá que esta entrada de nuestro blog es ideal para desesperados. Pero déjenos darle unas sugerencias.

Tomar el té como un Lord inglés… y algún amigo nuestro
Por algunos sitios de Internet, dicen que uno de los secretos para preparar un buen té, además de la calidad de las hojas, es el agua. El oxígeno en el agua va a ayudar a resaltar el sabor del té. Por ello, habrá que evitar el agua embotellada, destilada, agua que ya ha sido hervida o que ha hervido por mucho rato. En otras palabras, no se complique mucho: agua fría del grifo funcionará o, si necesita filtrarla, hágalo con uno de esos recipientes que la filtran (no nos pagan nada por el comercial, pero en algunos lugares se consiguen por la marca Brita).

Ponga a hervir el agua. Si va a hacer un té negro o de hierbas, deje que el agua hierva por completo. Pero si va a hacer un té verde, trate de quitar el agua del fuego apenas antes de hervir o déjela descansar un poco luego de que hierva.

Vierta sobre el té. Si es té verde, espero de dos a tres minutos, si es té negro, de tres a cinco y para los tés de hierbas, más de cinco minutos. Listo.

Consomé o caldos para las recetas
Algunos libros de recetas presentan unas opciones complicadísimas para hacer caldo de pollo, res o vegetales. En efecto, si usted quiere ser un chef, comenzará la receta sin usar nada preparado o instantáneo. En ese caso, no estaría visitando este blog. La opción más sencilla para esas recetas que llevan caldos o consomés es un diluir uno de esos que vienen en cubitos en una o dos tazas de agua caliente. Advertencia: ¡cuidado con la sal! Los consomés deshidratados suelen ser muy salados y es muy probable que no necesite agregar más sal.

Café: el Grano de Oro
Ah… ese olorcito de la mañana para Montse, es el olorcito del café. Para Montse el sol no se ha levantado si no me he tomado mi tacita de café. En su tierra, Costa Rica, al café le llaman “el Grano de Oro”, y la historia del país está muy ligada al cultivo del café. Así que aquí van algunas ideas para hacer café.

- Para hacer café “chorreado”, de filtro, de coffee maker o americano, la medida del café suele ser una cucharadita de café molido por taza. Ahí puede ir probando si lo quiere más fuerte o no.
- ¿Quién dijo que el café tiene que tomarse caliente? Haga un café americano, pero ponga dos cucharaditas por taza, en lugar de una. O si tiene cafetera de espresso, haga un espresso. Si lo quiere dulce, póngale el azúcar cuando aún esté caliente (aunque la puede poner después). Déjelo enfriar. Agregue hielo, crema y revuelva. Es ideal para días calientes de verano.
- La abuela de Montse hacía un café que le llamaba “apagado”. Ponga el agua fría en una olla, y agregue el café. Póngalo a hervir, y una vez que hierva, páselo por el filtro.
- En España se hace un café muy popular llamado café bombón. Se necesita café y un bote pequeño de leche condensada. Se hace el café solo. En las tazas se echa la leche condensada hasta que cubra toda la parte inferior del recipiente hasta casi la mitad y luego se echa el café con cuidado de que no se mezclen. A veces se le echa también nata montada por encima.
- Otro café español muy conocido es el carajillo. Se trata de una combinación de café con bebida espirituosa, normalmente aguardiente de orujo, brandy o ron. Su origen se remonta a cuando las tropas españolas ocuparon Cuba, ya que combinaban café con ron para coger "corajillo", de coraje, y de ahí se pasó a carajillo. Avtualmente suelen beberla los trabajadores que tienen que trabajar al aire libre en invierno, para contrarestar las bajas temperaturas.

Y no se sorprenda... hay algunas recetas que solo necesitan que usted sepa hervir el agua

Bróculi con Tortellini y Pesto


Esta receta Montse la acaba de probar. Toma diez minutos y unos siete euros (depende del país, claro), y alcanza para dos personas.

¿Qué necesita?
- Agua hirviendo (unos dos litros)

- Unos 150 gramos de bróculi, cortado de manera que queden las ramitas enteras (es decir, no mucho… el bróculi no se pica… no se ría, pasa).

- Un paquete de tortellini fresco, es decir del que venden en la sección de pastas frescas o del que consigue en el pasillo de refrigerados. Si no está refrigerado, no es ese. Cualquier relleno tradicional funciona: queso, jamón y queso, queso y espinacas. Por el momento, intente comprar algo muy clásico y de sabor suave. Si ve unos tortellini con relleno de trufas o mascarpone, el sabor será demasiado fuerte.

- Unas tres cucharadas de pesto (de ese que venden preparado en el supermercado… sí, en la conocida sección de salsas preparadas para pasta).

- Dos cucharadas de piñones (pine nuts, en inglés) o almendras secas.

- Una cucharada de vinagre balsámico o de modena (si consigue aceite de semillas de calabaza haga el experimento y nos cuenta).

- Tomatillos cherry, partidos por la mitad.

- Una olla mediana, un cuchillo, una tabla para picar, una cuchara para revolver

¿Cómo se hace?
Coloque el bróculi en la olla, vierta sobre él el agua hirviendo, coloque el tortellini y cocínelo por unos cuatro minutos o según las instrucciones del paquete. Retírelo del fuego, escúrralo, colóquelo en un cazo, agregue el pesto, el aceite balsámico y los piñones o las almendras. Luego agregue los tomates y listo.

Sugerencia de Cris: La receta funciona igual de bien y resulta muy rica con ravioli u otra pasta fresca rellena.


Nuestro compromiso: no colocar ninguna receta que no hayamos probado a hacer nosotras mismas, para poderos dar los consejos y trucos necesarios o evitaros los desastres típicos de los intentos frustrados. Nuestra intención (si el trabajo nos lo permite, claro) es colocar una o dos recetas a la semana. Como la mayoría de vosotros trabajáis igualmente y no tenéis tiempo hasta el fin de semana para cocinar, esperamos que este sea un buen ritmo que os ayude a poder probar por vosotros mismos las recetas que aquí se coloquen

Si queréis colaborar con alguna receta, podéis enviarla a nuestro correo electrónico cocina.desesperada@gmail.com indicando el nombre con el que queréis que aparezca (p.e. Montse o Marta Pérez o Costilla). Lo único que os pedimos es que respetéis la misma regla: no enviar nada que no hayáis probado a hacer vosotros mismos

Si alguno tiene curiosidad o antojo por alguna receta en particular, también puede solicitarla en nuestro correo. Si alguna de las dos la ha cocinado, la pondremos en las siguientes entradas. Y si no, probaremos a hacerla y la pondremos lo antes posible. Cuando se coloque, os enviaremos un correo electrónico para avisaros.