jueves, 12 de agosto de 2010

¿Os sobra algo por la nevera? ¡¡Cenamos quiche entonces!!

Bueno, ésta probablemente sea la última receta hasta el 1 de septiembre, dado que me marcho hoy de vacaciones. Si me da tiempo intentaré poner alguna más estos días, pero no aseguro nada, así que ¡¡disfrutad y cocinad mucho estas semanas!!


1. Receta.

Para una quiche como para cuatro personas necesitamos los siguientes ingredientes:


- Una masa de hojaldre o de pasta brisa o quebrada (la masa brisa queda más dura, tipo galleta, mientras que la de hojaldre queda más esponjosa).

- 3 huevos.

- 1 tetrabrick pequeño de nata líquida.

- 200 gr. de bacon.

- 1 cebolla.

- Queso en virutas para pasta o pizza (yo suelo usar de dos tipos: de mozzarella y de mezcla de cuatro quesos).

- Aceite para freír.



¿Y cómo se hace?


Se coloca la masa de hojaldre/brisa con su papel de horno en un molde adecuado: cuadrado o elíptico si la masa es cuadrada y redondo si la masa es redonda. Si la masa que compréis no lleva papel de horno, ponedlo, será mucho más fácil desmoldar la quiche después.


Una vez colocada la masa, se pone queso (yo uso aquí abajo el queso mozzarella) bien distribuido por toda la masa.


Se corta la cebolla y el bacon (si no viene cortado ya) y se sofríen. Recordad que la cebolla se debe sofreir a fuego medio-bajo y, una vez ya doradita, se sube el fuego y se añade el bacon, dándole unas cuantas vueltas en la sartén.


Se extiende este sofrito por encima del queso, distribuyéndolo uniformemente por toda la extensión de la quiche.


A continuación, se extiende de nuevo queso todo por encima (aquí uso el de mezcla de cuatro quesos), procurando que quede todo cubierto. Sed generosos, queso nunca sobra.


En un cuenco, se baten los huevos y se mezclan bien con la nata, echándolos luego por encima de la quiche con cuidado de que quede uniformemente repartida la mezcla por toda la extensión.


El horno se debe haber precalentado a 200º y la quiche se debe poner arriba y abajo a 150º durante unos 20-30 minutos (recordad lo que siempre os digo: cada horno es un mundo, hay que observar la primera vez que se hace una receta para ver cuánto tiempo y potencia necesitamos). Para comprobar que está bien hecha, la pinchamos con un cuchillo. Si sale limpio, es momento de poner el horno sólo arriba durante unos minutos para que se dore un poco la superficie, hasta que quede como gratinada.


Y ya está lista para comer y disfrutar…


2. Historia.


La quiche es un plato de origen francés.


La palabra quiche se deriva del vocablo Küchen en el dialecto lorenés, hablado en la región de Lorena, en el noreste de Francia. Este término deriva a su vez del alemán Kuchen (pastel).


La quiche lorraine es conocida como la receta original de la que proceden todas las demás variantes de quiche. La palabra aparece por primera vez en Nancy, capital de Lorena, en 1605. En un principio, el relleno se componía sólo de huevos y crema de leche o nata fresca. En el siglo XIX, se le añadieron pequeñas tiras o tacos de panceta magra, fresca o ahumada. Posteriormente, la receta se extendió a otras regiones de Francia y a otros países, dando lugar a múltiples variantes de esta tarta salada.

3. Variaciones.


Lo bueno de la quiche es que admite cualquier alimento salado. Es un plato ideal cuando tienes algunas cosas en el frigorífico que ves que se te van a poner malas pero que no te pegan en ningún otro plato de los que tienes pensado para esa semana.


Yo las he hecho de espárragos trigueros, de jamón, de setas, de calabacín, de tomate…de cualquier cosa que se me ha ido ocurriendo. La mayoría de los ingredientes los he sofrito un poco antes de echarlos a la quiche (sin pasarse, tened en cuenta que se van a seguir haciendo todavía un rato mientras están en el horno).

4. Conservación.


La quiche aguanta tres días en el frigorífico tapada y se puede calentar sin problema en el microondas sin que pierda sabor.

jueves, 5 de agosto de 2010

A la rica rosquilla, para el niño y la niña



Bueno, después de dos semanas prometiendo esta receta y sin poder ponerla, aquí os la dejo por fin: las rosquillas a mi estilo.


1. Receta.

¿Qué ingredientes necesitamos?

- 2 huevos.

- 50 ml. de leche.

- 100 g. de azúcar.

- 1 dl. de aceite.

- 300 g. de harina.

- 1 sobre de levadura en polvo.

- Harina y azúcar para espolvorear.

- Aceite para freír.

- Zumo de limón.

Con estos ingredientes sale una fuente con rosquillas suficientes para que desayunen cuatro o cinco personas que no sean muy tragonas.

¿Y cómo se hacen?

En un cuenco, se mezclan los huevos con la leche, el azúcar, el aceite, la harina y la levadura. Se añade el zumo de limón y se amasa muy bien.

Hay que tener mucho cuidado al añadir el zumo de limón. Se añade poco a poco, removiendo cada vez, para que se mezcle bien.

La masa tiene que quedar un poco pegajosa, pero no excesivamente. Se os tiene que pegar a los dedos pero estar compacta, que si la cogéis con el tenedor con el que la estéis mezclando, no se caiga, no esté nada líquida.

Truco: si os habéis pasado con el zumo y os ha quedado muy clara, tan sólo hay que añadirle más harina. El único problema es que, cuanta más harina tengan, más secas quedarán, menos esponjosas, así que no hay que pasarse…

Una vez que ya tenemos la masa en su punto, nos enharinamos las manos y vamos cogiendo pequeños puñados de masa y los convertimos en palitos de masa que luego enrollamos dejando como un minidonut, con la forma tradicional de la rosquilla. Sobre como cerrarlo, cada uno a su estilo. Hay quien prefiere pegar los dos extremos, quien prefiere anudarlos, quien los monta uno sobre otro…las rosquillas tradicionales son pegando los dos extremos. Hay que pegarlos muy bien para evitar que luego se abran al freír las rosquillas (aunque es inevitable que alguna se abra, no hay que obsesionarse con eso…).

Una vez montadas todas las rosquillas, se echa aceite abundante en la sartén, se pone el fuego medio y se van friendo, dándoles la vuelta para que se hagan por todos lados y con mucho cuidado de que no se quemen. La vuelta hay que darla con dos cucharas o tenedores, para evitar que se rompa la masa y se nos destrocen las rosquillas.

De la sartén se pasan a un papel absorbente de cocina para retirar el aceite sobrante. Una vez escurridas, se pone azúcar en un plato y se rebozan bien las rosquillas por todos los lados de manera que el azúcar se quede bien impregnado.

Y, en cuanto se enfríen, ¡ya están listas para comer! (conozco a gente que se las come cuando aún están calientes porque no puede esperar, pero eso da bastante dolor de barriga, así que no lo recomiendo).


2. Historia.

Existen muchas historias sobre la invención de las rosquillas. Una de ellas sostiene que un capitán de mar danés llamado Hanson Gregory, durante una tormenta particularmente violenta, necesitó ambas manos para manejar el timón del barco y empaló una torta frita sobre el timón.

Las primeras recetas aparecen en la Edad Media, aunque parece que el origen de la formula de la masa de las rosquillas se remonta a tiempos del imperio romano, donde se encontraban más de cincuenta hornos de pan en la capital, que tenían la obligación de hacer una cantidad de pan diaria según ordenanzas de César; sin embargo, una vez terminada su labor fija, podían elaborar otros productos aprovechando el calor del horno, entre ellos empanadas y rosquillas.


3. Variaciones.

Las rosquillas más conocidas son las tontas y listas, junto con las francesas y las de santa Clara, todas ellas típicas de Madrid y que se acostumbra consumir en el periodo que oscila entre el primero de mayo y el final de las fiestas de san Isidro.

Aunque todas están hechas a partir de la misma receta, cada una de ellas difiere en su acabado final: las rosquillas tontas no llevan nada, no van bañadas, de ahí su nombre, tontas, indicando la simpleza de su masa; las listas van bañadas con un azúcar fondant (elaborado con un sirope de azúcar, zumo de limón y huevo batido) del color que se le quiera dar (es habitual el amarillo); las de Santa Clara van recubiertas con un merengue seco, originalmente blanco; y las francesas se acaban rebozándolas en granillo de almendra (azúcar glasé y almendras partidas).


4. Curiosidades.

En algunas épocas en las celebraciones de San Isidro existía una vendedora llamada Tía Javiera que procedía unos dicen que de Fuenlabrada, otros que de Villarejo de Salvanés, afamada por sus rosquillas. Tal era su fama que pronto los tenderetes vendían sus rosquillas afirmando ser familiares de la Tia Javiera. Esto hizo que se creara un sainete antiguo que rezaba:


“Pronto no habrá, ¡Cachipé!

en Madrid duque ni hortera

que con la tía Javiera

emparentado no esté”.


Tradicionalmente, en la zona de Reinosa (Cantabria, España), se conservaban las rosquillas en invierno en recipientes enterrados en la nieve de las montañas. Este postre también es típico de Santillana del Mar.

En Galicia las rosquillas se consumen en todas las romerías y fiestas populares, siendo las elaboradas en Puenteareas de las más conocidas.


5. Conservación.

Las rosquillas se ponen duras con facilidad si no se dejan en un recipiente tapadas. Aguantan unos cinco días. Si están sólo duras, pero no tienen manchas (es decir, no se han enmohecido), se pueden seguir consumiendo, simplemente mojándolas en leche, café o cacao, a gusto del consumidor.