martes, 18 de enero de 2011

Qué ricas las nueces, sobre todo si van dentro de un rico pan



Aquí os dejo otra de las recetas de otra de mis colaboradoras habituales: PAN DE NUECES.

Tiene una pinta estupenda, Ali, gracias por compartirla con nosotros.

Ingredientes:

- 2 huevos.

- 200 g. de azúcar.

- 200 g. de mantequilla.

- 1 taza de café grande de leche templada.

- 150 g. de pasas de Corinto (sin pepitas).

- 200 g. de nueces peladas.

- 2 cucharillas bien llenas de levadura Royal.

- Harina: la que se necesite (orientativo: unos 400g.)

Preparación:

Mezclar en la batidora los huevos, el azúcar, la mantequilla y la leche. Se pone esta crema en un bol grande.

Poner la harina en un plato bien grande y mezclarla bien con la levadura Royal. Echar un poco de harina mezclada sobre la crema del bol y encima un puñado de pasas y se vuelve a echar harina mezclada para cubrir las pasas y a continuación mover con una cuchara la crema hasta que absorba las pasas. Volver a repetir el proceso hasta acabar las pasas y la harina mezclada.

Finalmente, añadir las nueces y moverlo todo bien hasta que quede uniforme.

Preparar un molde de plumcake alargado, forrarlo en su interior con papel albal e impregnarlo con aceite para facilitar el desmolde. Echar el contenido del bol en el molde y taparlo con papel albal. Hay que dejarlo dos horas por lo menos en un lugar calentito, que puede ser el horno a 50ºC o algo menos, o encima de un radiador. Una vez que la masa haya subido se mete al horno moderado (180ºC) unos 45 minutos y se paga el horno y se deja enfriar.

Nota: Se pueden poner las pasas en remojo en ron unas horas antes de usarlas y no resulta mal.

No sé a vosotros, pero a mí se me está haciendo la boca agua sólo de pensarlo...

miércoles, 12 de enero de 2011

Calabaza y queso, ¿quién iba a pensar lo rico que está éso?



Como aún quedan días de frío, hoy vamos con una crema de calabaza con roquefort que está para chuparse los dedos…

1. Receta.

Para una ración para tres personas con hambre o cuatro normales, los ingredientes serían:

- Medio kilo de calabaza.

- 1 cebolla mediana.

- Medio vaso de leche.

- Medio vaso de nata para cocinar (yo compro nata ligera, lo importante es que no sea nata para montar).

- 50 g. de queso Roquefort (la he hecho también con queso Cheddar y está buenísima, lo importante es que sea un queso de sabor fuerte).

- Una cucharada sopera de aceite.

- Un pellizco de sal, pimienta y nuez moscada (la nuez moscada es optativa, a mí me gusta el sabor que da, pero mi madre la aborrece, por ejemplo).

Nota: las cantidades de queso, nata y leche son orientativas en esta receta. En función de lo espeso o lo claro que os haya quedado el puré, se añade más o menos nata y leche. Y en función de lo fuerte que os guste el sabor del puré, más o menos queso. En general, conviene ir añadiendo el queso poco a poco e irlo probando, al menos hasta que le hayáis pillado el punto a las cantidades que os gustan.

¿Y cómo se hace?

Primero se pela la calabaza y se corta en trozos medianos-pequeños. Dado que luego va a batirse todo, no importa cómo de grandes os queden los trozos. Lo que sí es importante es que sean todos más o menos del mismo tamaño. La razón es que si hacéis unos grandes y otros pequeños, cuando los pinchéis para ver si ya están cocidos, podéis pensar que están hechos en función de cómo van los trozos pequeños y encontraros con que no podéis batirlo después porque los trozos grandes están aún demasiado crudos.

Se parte la cebolla en trozos pequeños. Si os gustan los purés de sabor fuerte, podéis añadir un diente de ajo a la receta, en cuyo caso conviene quitarle la parte central para evitar que repita. Para ello, cortamos el ajo a lo largo de manera que nos queden dos partes planas. En el interior de estas partes planas se podrá apreciar entonces una especie de hebra o semilla. Ésta es la parte que se debe retirar. Luego se pica el ajo en pequeños trozos.

Con el aceite, se sofríe la cebolla en el mismo recipiente en el que vayamos a hacer el puré, ya sea la olla a presión o un cazo u olla normal. Si añadís el ajo, primero se sofríe el ajo hasta que está doradito y luego se añade la cebolla.

Una vez la cebolla está dorada, se añaden los trozos de calabaza y se sofríen ligeramente junto con la cebolla. Se añade la sal, pimienta y nuez moscada y se remueve bien un par de veces.

A continuación se añade agua hasta que cubra los ingredientes (NOTA IMPORTANTE: No es necesario llenar toda la olla, sólo hasta que los ingredientes queden bien cubiertos. Por lo general, para las cantidades que he puesto en esta receta, un litro de agua es más que suficiente. Si añadís mucho líquido, os quedará muy acuoso, más con la textura de una sopa que con la de un puré).

Si tenéis algún caldo de verduras que hayáis hecho en otra ocasión, utilizadlo, ya que eso le dará un sabor muy rico a la crema. Aunque yo no soy partidaria de usarlos, también podéis usar un caldo de verduras prefabricado o incluso un caldo de pollo, siempre que sea un caldo suave o lo hayáis rebajado con agua.

En este punto de la receta es donde difiere la forma de hacer la crema en función de si usáis una olla normal o una a presión.

Si usáis olla a presión, seguid las instrucciones del fabricante en cuanto al tiempo y potencia a la que hay que cocer la calabaza. Si no os viene la calabaza entre los ingredientes de las instrucciones, utilizad el mismo tiempo y potencia que indique para las zanahorias.

Si usáis una olla normal, dejad los ingredientes a fuego vivo hasta que el agua o caldo rompa a hervir. En ese momento, bajad a fuego medio, tapad la olla y dejadlo cocinar por unos veinte minutos aproximadamente. Para comprobar que ya está listo, basta con pinchar los trozos de calabaza y comprobar si están tiernos.

Mientras se cuecen los ingredientes que tenemos en la olla, vamos cortando el queso en trozos pequeños.

Una vez retiramos del fuego la olla, la volcamos sobre un vaso para batir y lo dejamos enfriar durante unos cinco minutos antes de batirlo. (Truco: cuando volquéis el contenido de la olla en el vaso de batidora, dejad separada una parte del líquido. Así os aseguráis que no os va a quedar el puré excesivamente claro y, en caso necesario, podéis ir añadiendo el líquido poco a poco en función de cómo os guste de espeso).

Posteriormente, se añade el queso, la leche y la nata y se vuelve a batir hasta que el queso se haya derretido y todos los ingredientes se hayan mezclado bien. (Truco: si os ha quedado muy claro una vez acabado y necesitáis espesar el puré, se puede hacer cociendo una patata de tamaño medio pelada, añadiéndola a la crema y batiendo hasta que quede bien mezclada con el resto de ingredientes).

Y ya está el puré listo para comer. Yo le suelo añadir unos tostones de pan pequeños o algunos trozos pequeños del queso que hayáis usado a modo de tropezones y resulta buenísimo.

Si lo hacéis para alguna comida especial y queréis darle un toque original y decorativo, podéis servirlo en copas de cóctel margarita o martini decoradas con nata. Para ello, se reserva un poco de nata que se bate hasta que empieza a estar espesa pero sin que llegue a montarse. Se coloca la crema en las copas y se añade una cucharada de la nata haciendo un dibujo en espiral en el centro de cada copa. Podéis añadir unas virutas de jamón serrano o una ramita de alguna hierba tipo perejil o brotes de soja tiernos para completar la decoración.

2. Curiosidades.

El origen del puré es romano. Se trata de un invento de los cocineros de Julio césar, que lo idearon para poder alimentar a los miles de legionarios y centuriones en las campañas bélicas romanas.

La calabaza contiene un 90% de agua, pocas calorías, pocos hidratos de carbono y mucha fibra, por lo que no hay ningún problema para incluirla en dietas hipocalóricas.

Entre los beneficios para la salud de la calabaza se encuentran el ser anticancerígena, depuradora y diurética. Está indicada para evitar las infecciones del aparato respiratorio, la bajada de defensas y los problemas cardiovasculares y del aparato digestivo. Además, tiene efecto laxante.

3. Conservación.

El puré se conserva sin problemas unos tres días en la nevera. Aunque pierde parte de sus propiedades nutritivas, también se puede congelar.


 

lunes, 3 de enero de 2011

En vez de a la barbacoa, mi madre pone al horno los costillares

 

Como primera receta del año, quiero poner unas costillas al horno que hace mi madre, las he bautizado como costillar a la Leonor. Las hemos hecho estos días y han quedado riquísimas...

Para cada comensal necesitamos los siguientes ingredientes:

- un costillar pequeño de cerdo fresco.

- tres dientes de ajo.

- una ramita de perejil.

- media cucharadita de postre de pimentón dulce.

- sal al gusto.

- un vaso de chupito de aceite de oliva.

¿Y cómo se hace?

Nota previa: Este plato tiene una parte que debe prepararse pronto por la mañana del día que se quiera comer, tenedlo en cuenta cuando vayáis a prepararlo.

Primero se hace una mezcla con parte de los ingredientes, con la que se pintarán los costillares, para dejarlos varias horas cogiendo sabor.

Para hacer la mezcla se pican muy finamente los dientes de ajo y el perejil. Se machacan ambos ingredientes en el mortero. Añadimos la sal, el aceite y el pimentón y mezclamos bien.

Con esta mezcla se pintan los costillares por ambos lados con ayuda de un pincel. Si sobra parte de la mezcla, se echa por encima de los costillares. Después se meten en el frigorífico y se dejan reposar durante al menos un par de horas.

Cuando vayamos a cocinar los costillares, precalentamos el horno a 180º arriba y abajo. Después, simplemente debemos ponerlos en una bandeja grande de horno y cocinarlos durante una media hora a esa misma temperatura.

Nota: no os preocupéis si os parece que en cinco minutos están ya hechas, tened siempre en cuenta que se hacen antes por fuera que por dentro, si las sacáis demasiado pronto estarán crudas por dentro. Una buena manera de ver si ya pueden sacarse es hacerles un cortecito para comprobar que están hechas por dentro.

Una vez que estén hechos, simplemente hay que servirlos con la guarnición que se desee.

Una posible guarnición es la tradicional de patatas o patatas con pimientos. Para ello, pondremos una patata pequeña por comensal cortada en rodajas finas en el fondo de la bandeja de horno y colocaremos los costillares encima, cocinándolos igual que en la receta original. Tened en cuenta que en este caso hay que poner antes un chorrito de aceite en la bandeja de horno y mover un poco las patatas de vez en cuando para que no se peguen al fondo. Igual puede hacerse añadiendo medio pimiento verde por invitado a las patatas.

Otra posible guarnición sería una mezcla de verduras. Dos son las posibilidades en este caso: cocinar verduras y costillares por separado y simplemente colocarlos juntos en el plato o bien cocinar todo junto. La ventaja del primero es que los sabores no se mezclan, las verduras pueden hacerse al gusto (al vapor, a la plancha, sofritas...) y simplemente complementar el plato. Sin embargo, esto puede hacer que exista demasiada diferencia de sabor. Una buena opción intermedia es hacer un sofrito con las verduras o cocinar éstas a la plancha e introducirlas en el horno junto con los costillares cuando sólo queden diez minutos para acabar de cocinarlos. Esto hará que las verduras cojan el mismo sabor que las costillas, pero evitando que el sabor sea demasiado fuerte.

Y ya está, una alternativa a las tradicionales costillas a la barbacoa estadounidenses, mucho más sana y menos calórica, especialmente si la guarnición es de verduras. ¡¡Bon appetit!!

Nota final: ésta es la receta básica que hace mi madre, pero luego cada uno puede complicarla lo que quiera: echándole especias, cocinándola con vino, añadiéndo más ingredientes...